Sólo el fanático o el impostor pueden hablar en público de la verdad con el mismo aplomo con que enmascara los hechos en su comportamiento privado.
Todo es borroso y ambiguo en su vida, su comportamiento y su trato con los otros seres humanos. Sólo cuando habla en público su palabra es diáfana y exigente, siempre persiguiendo el bien y la verdad.
El gran filtrador empezó a cambiar el día en que se vio sometido él mismo a una filtración. Entonces fue cuando echó cuentas y puso cifras al valor de su idea.
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