martes, 6 de diciembre de 2011

CRISIS DE LA ZONA EURO : "LAS VOCES EUROPEAS"


De las palabras a los hechos. De los discursos de la pasada semana a los hechos de la semana que hoy empieza. En los últimos siete días hemos escuchado varias voces destacadas: el viernes, las de la canciller Angela Merkel en una sesión de explicación sobre la próxima Cumbre Europea en el Bundestag y del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su primera comparecencia ante el plenario del Parlamento Europeo; el jueves la de Nicolas Sarkozy en un mitin ante 5.000 militantes y simpatizantes en Toulon; y el lunes la de Radoslaw Sikorski en una conferencia organizada por el diario Die Welt y el think tank Deutschen Gesellschaft für Auswärtige Politik (DGAP) con motivo del final de la presidencia polaca de la UE. A partir de hoy, además de las voces, empezaremos a encontrarnos ya con las propuestas, que culminarán, esperemos, en la Cumbre de los días 8 y 9.
Merkel explicó las líneas generales y objetivos de la propuesta que discutirá hoy con Sarkozy en París y llevará luego a la Cumbre. Se trata de reformar los tratados europeos para avanzar en la unión fiscal dentro del marco institucional de la UE, es decir, bajo control de la Comisión y jurisdicción del Tribunal de Luxemburgo. La dureza de su mensaje es bien clara: primero, las normas están para cumplirse; segundo, el cumplimiento debe ser controlado estrechamente; y tercero, quien no cumpla debe ser sancionado. Merkel descarta totalmente los eurobonos que casi todos los otros socios defienden y lo hace por varias razones: cree que más deuda no va a solucionar un problema de endeudamiento; que tampoco resuelve el problema de falta de competitividad de las economías meridionales; y que manda una pésima señal a los malgastadores de que alguien se hará cargo del gasto.
Destaca el énfasis de Merkel en la independencia de los tribunales y del Banco Central Europeo, algo que va más allá de la crítica al manoseo que suelen sufrir este tipo de instituciones en boca de muchos políticos. Aseguró en su discurso que nada dirá ni censurará de estas instituciones y mucho menos sobre qué tienen que hacer, porque está en juego no tan solo su credibilidad sino también el funcionamiento entero del sistema. La UE es una unión de derecho y si el actual funcionamiento de las instituciones es imperfecto lo que hay que hacer es cambiarlo y mejorarlo pero no criticarlo desde los gobiernos. Hay un problema en la actitud de Merkel ante esta larga crisis, que ya ha producido enormes desperfectos con Grecia: su lentitud de reacción, su incapacidad para combinar la actuación urgente a corto plazo con las reformas a largo plazo de la UE.
Sikorski casi dio con todos los argumentos en dirección contraria. Alemania es el primer beneficiario del euro tal como funciona ahora y no es “una víctima inocente del despilfarro de los otros”: también rompió el pacto de estabilidad y sus bancos se cargaron de bonos de riesgo, mientras que ahora sus inversores pueden endeudarse a bajo coste después de vender los bonos de los países más expuestos. Advirtió del riesgo de una implosión de las economías vecinas que también afectaría a Alemania y señaló, con gran tino, que “a pesar de su comprensible aversión hacia la inflación, el peligro de colapso es ahora una amenaza mucho mayor”. Apeló, finalmente, a la responsabilidad alemana, que considera ‘especial’, pues están en juego, literalmente, “la paz y de la democracia del continente”.
Los discursos de la pasada semana se hallan en resonancia entre sí. Draghi manifestó su confianza en que “el nuevo marco de vigilancia (presupuestaria y financiera) restaurará la confianza con el tiempo”, pero a la vez pidió “una señal creíble”, que “servirá para dar una seguridad definitiva en el corto plazo”. Merkel, en cambio, rechazó la posibilidad de que cupiera esperar un Big Bang, porque se trata de un proceso largo, comparable a correr una maratón, en la que alcanzar una gran velocidad al principio no garantiza que se llegue a la meta. Sikorski defendió dos valores complementarios como la responsabilidad y la solidaridad: “Nuestra responsabilidad en las decisiones y procesos, y nuestra solidaridad a la hora de compartir las cargas”, frase de la que se hizo eco cinco días después la señora Merkel: “No hay solidaridad europea sin responsabilidad nacional”.
También resuenan, aunque de forma especial, las voces de Sarkozy y Merkel. La primera, en eco ampuloso de la segunda. Después de refundar el capitalismo ahora vamos a por la refundación de Europa. Da toda al impresión de que el presidente francés está preparando a sus electores para que encajen lo que será finalmente una aceptación casi íntegra del proyecto alemán. Algo que le va a doler por dos flancos sensibles: por un lado, el del Estado colbertista francés, acostumbrado a los déficits perpetuos, de tan buen rendimiento electoral; por el otro, el del soberanismo de matriz gaullista, que necesariamente debe resistirse a una entrega de poder fiscal a Bruselas y a sus instituciones y preferiría compartirlas ‘a dos’ con Alemania en un directorio europeo.
Merkel destacó por su vestido negro y su sobriedad expresiva de Señora No: no a los eurobonos, no a un BCE que sea prestador de último recurso, no a la compra masiva de deuda soberana. Draghi, por su elegante rechazo de la propiedad conmutativa en la salida de la crisis; el orden de los factores sí altera en este caso el producto: primero el Pacto o Unión Fiscal y luego ya llegará la actuación del BCE. Sarkozy destacó por lo que destaca siempre: no puede salirse del papel que la vida política le ha asignado en este guión. No habló de Europa, sino de sí mismo, el presidente que dice siempre la verdad, que todo lo sabía y que siempre acierta. Y no propuso un plan para salir de esta (eso quien lo hace es Merkel) sino un plan para ganar la elección presidencial toreando el lío europeo en el que está metido. Sikorski fue entre todos los gobernantes el más agudo y certero de la semana, porque les dijo a los alemanes lo que nunca habían oído de boca de un polaco: que la principal amenaza para Polonia ya no eran ellos sino un colapso de la eurozona y que un polaco como él empezaba a temer “menos el poder de Alemania que la inacción de Alemania”. “Ustedes son la nación europea indispensable”, aseguró en su conferencia berlinesa.
Estas cuatro voces contrastan con el silencio oficial español, del gobierno que se va y del gobierno que va a entrar, del presidente saliente y del presidente silente. En mitad de la niebla que ha caído con el traspaso de poderes la única voz que se oye, ayer domingo en EL PAIS, es la de Javier Solana, imagen todavía de la UE a ojos de mucho aunque no tenga cargo alguno, y su advertencia a Rajoy para que se ponga “las pilas a la velocidad de la luz”. Una vez pasadas las elecciones, derrotado el PSOE y con Zapatero de despedida, ya se puede decir con claridad, como hace Solana, que a diferencia de la crisis anterior “muchos de nuestros problemas están en Europa” y que por ello es indispensable “encontrar los consensos nacionales” y “volver a tener iniciativa en Europa”, algo para lo que se necesitan “contactos y amigos”, contar con “una buena red”, y sobre todo que “España no puede limitarse a quedarse como observador”. Que no le tomen mal los nuevos, pero ahí está la clave del asunto. Con tan espeso silencio, la sospecha es que nadie ha hecho los deberes en cuanto a contactos, conversaciones y mensajes. Nada más que decir: que los hagan esta semana aunque sea a toda prisa y que los hagan bien. Por ejemplo, como los amigos polacos, los más lúcidos europeístas en esta época de ofuscación antieuropea.

(Una voz aparte, sabia y escuchada, es la de Helmut Schmidt, el Viejo Canciller, que también habló ayer domingo, desde su silla de ruedas, ante el congreso federal del SPD, el partido socialdemócrata alemán, para exaltar la razón europea pero a la vez reclamar a los alemanes una corazón europeo y compasivo hacia los socios y vecinos. Pocos personajes han analizado con mayor precisión y coraje la actual situación de Europa, continente que envejece, se encoge e incluso se empobrece a ojos vistas, sin que a la vez sepa reaccionar de la única forma posible para evitar el declive: mediante una unión cada vez más estrecha. Schmidt criticó la nueva arrogancia de un cierto tipo de discursos alemanes que amenazan con terminar con Europa. Su discurso se titulaba "Alemania en, con y para Europa”, la diana fue “el matón alemán” y el lugar donde se pronunció, atención al detalle, Berlín, la ciudad donde más discursos sobre Europa se han pronunciado esta semana).

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