martes, 20 de diciembre de 2011

GUERRAS DEL SIGLO XXI : "CON SILENCIADOR"


Ya no se hacen guerras así. Ahora son silenciosas. Con agentes secretos en tierra, camuflados entre la población, y luego el zumbido nocturno de los drones. Asesinatos selectivos ni siquiera reconocidos como tales: un tipo que desaparece de la puerta de su casa en Teherán, otro que fallece de un ataque cardiaco en un balneario de lujo. Accidentes aéreos o de automóvil, incendios de factorías, virus informáticos que paralizan la producción entera de una planta nuclear. Así son las escaramuzas, las batallas o las armas desplegadas de las guerras sigilosas de las que no tenemos información, que nadie declara ni reconoce y que, finalmente, ni siquiera cuentan con vencedores y derrotados reconocidos y reconocibles.
Esta nueva contienda con silenciador, vaga reminiscencia de la guerra fría, no barre de la escena la acción asimétrica de la guerra terrorista. Al contrario, viene exigida y retroalimenta la acción letal de los suicidas: ¿cuál es la respuesta a un ataque aéreo teledirigido? Es un grado más e incluso una corrección en la asimetría. L

a ecuación de intercambio entre Hamás e Israel es elocuente sobre esta deriva. Cuando un soldado israelí vale 1.000 combatientes palestinos estamos a un paso de la abolición del riesgo humano en el combate: hay que hacer la guerra desde el ordenador, cómodamente instalado en la base. No hablemos del riesgo político: la guerra asimétrica declara vencedor a quien más muertos pone en la pelea y perdedor a quien aparentemente consigue sus objetivos bélicos apenas sin bajas. Todo se juega en quién mantiene más alta la amenaza y obtiene más valor propagandístico; es decir, en la capacidad de disuasión. De ahí que la mejor guerra huye de la retórica, se libra en silencio, se vence sin victoria y es solo eficacia con inmediatos resultados políticos.
La última guerra como las de antes echa ahora el telón. Empezó hace nueve años con los bombardeos y el avance fulgurante sobre Bagdad. Terminó con el régimen de Sadam Husein en 21 días. El presidente que la declaró se proclamó vencedor en una escena de la que luego se ha arrepentido: descendió en un caza pilotado por él mismo sobre el portaaviones USS Abraham Lincoln, frente a las costas de San Diego en California, a miles de kilómetros de las aguas del Golfo, y allí pronunció un discurso bajo una pancarta donde decía “Misión cumplida”, la frase que tuvo que tragarse. Lo peor todavía no había empezado en Irak.
Con ataques similares a los que lanzó Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pentágono el 11-S terminaban las guerras del pasado: eran el asalto final al corazón de la potencia enemiga. El siglo XXI recién inaugurado subvertía así la misma sintaxis de la guerra, de la que ahora, con el mutis final en Irak, tenemos el último y discreto episodio. Los soldados se van en silencio en el momento en que el silencio se apodera de la guerra.

domingo, 11 de diciembre de 2011

EUROPA : EL NUEVO PROTECTORADO ALEMÁN ?





El teatro político europeo nos ofrece un espectáculo cada vez más desesperante. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy se han convertido en los característicos de los telediarios. Una pareja que se considera depositaria de la última palabra en todo, en la que él propone, ella dispone y, sobre todo, echa agua al vino en los momentos de mayor expectación. El que dispone de la última palabra, se dice, es el que tiene la soberanía. Pero entregar la última palabra a un Gobierno -en este caso, el alemán- no es transferir la soberanía a una instancia democrática superior, es volver al pasado, es aceptar la cultura de protectorado propia de la época del colonialismo. Los Estados del euro como entes autónomos sometidos al protectorado alemán.
El excanciller Helmut Schmidt ha puesto los puntos sobre las íes a la canciller Merkel. Le ha recordado que Europa fue creada para "amarrar la contención de una Alemania temida" y que hoy todavía Alemania está más en deuda -moral y simbólica- con Europa que Europa con ella. Schmidt forma parte de una generación que creyó en la grandeza del proyecto europeo porque sabía de dónde veníamos. Y era consciente de que la fuerza de Europa estaba en que sus cimientos se anclaban en un tabú: el de la guerra civil entre europeos. Nunca jamás. Esta generación, y la que le sucedió, sin embargo, portadoras de un europeísmo en que el interés común prevalecía sobre el interés particular de los Estados, cometieron un error: tardaron demasiado en incorporar la ciudadanía al proyecto europeo. Abusaron del despotismo ilustrado a la hora de construir y dotar de contenido a un edificio cuyas estructuras requerían enormes precauciones para que no se desplomara. Y cuando se dio entrada a la ciudadanía, especialmente con los referendos de la Constitución europea, el edificio se vino abajo. Ahora la reconstrucción está en manos de líderes sin atributos precisos que predican el pragmatismo pero que practican la impotencia del que navega a día, solo intentando flotar, sin ninguna ruta definida que pueda ser reconocida por la ciudadanía. Y hemos pasado de la cultura de transferencias de soberanía a un espacio común a la cultura de protectorado, en la que Angela Merkel se permite señalar culpables, sermonear al personal e imponerles el camino a seguir, sin que nadie la haya elegido para ello.


Desde el primer momento de la construcción de la Unión Europea se sabía que su éxito dependería de los cambios en la lógica de la soberanía. Si se hablaba entonces de la Europa de las patrias es porque se sabía que tarde o temprano las patrias tendrían que renunciar a favor de Europa. Los europeos nos hemos ido acostumbrando a las transferencias de soberanía. Y todos sabemos que muchas normas que regulan nuestra vida emanan de Bruselas y no de nuestros Parlamentos. Todos sabemos también que la cuestión de la soberanía es la cuestión del poder, y que, por tanto, es función de las relaciones de fuerzas. Y que Alemania es hoy la más fuerte en Europa, por una suma de poder económico y capacidad de intimidación. Pero la novedad de esta crisis es que está zampándose a las instituciones europeas en beneficio de determinados poderes nacionales, Alemania, con Francia en posición subalterna. Y lo que es contradictorio con los fundamentos democráticos de la UE es que cuando se piden mayores renuncias a las soberanías nacionales no es para transferir poder a unas instituciones europeas supranacionales, validadas por los ciudadanos, sino al desigual tándem franco-alemán, en el que Sarkozy ha aceptado ya la supremacía de su colega Merkel. Europa como protectorado alemán, exactamente lo contrario de aquello por lo que Europa fue inventada.


No, así no se construye una Europa políticamente fuerte, capaz de poner límites al poder financiero y de regular el descontrol de los mercados. Así se ha entrado en una etapa de estancamiento en la que los intereses particulares de Alemania han condenado a los demás países a aceptar unas políticas de austeridad que bloquean cualquier posibilidad de crecimiento y, por tanto, de recuperación. Y cada vez son más los que se preguntan por qué seguir por un camino que se ha impuesto como obligatorio que a corto plazo favorece a Alemania, cuyas empresas se financian mucho más barato que las demás, pero a medio plazo, si las economías europeas se colapsan, se colapsan todos. El problema de Europa es una economía estancada por la falta de crédito y la desconfianza existente entre los bancos para prestarse entre sí. ¿No sería hora de que los demás Estados hicieran frente a Alemania para que el dinero público repare la falta de inversión?


viernes, 9 de diciembre de 2011

LA EUROPA FRANCO-ALEMANA Y EL INFIERNO DEL SOBERANISMO



El soberanismo está de luto en Europa. Se está preparando para los próximos días la mayor cesión de soberanía que hayan protagonizado las viejas naciones europeas desde los tratados de Roma y de Maastricht. Con el primero de los tratados, en 1957, se cedió la política arancelaria, sentando así las bases del mercado único. Con el segundo, en 1992, desaparecieron las monedas, símbolos nacionales hasta entonces al mismo título al menos que las banderas, y las políticas monetarias (que permiten la fijación de los tipos de interés y de cambio), sentando a su vez las bases de la actual crisis de las deudas soberanas. Con esta cumbre se quiere demandar a los viejos Estados que cedan entera su política presupuestaria, que es como decir el alma política del Estado nacional.
La intervención directa del Estado en los presupuestos autonómicos españoles que temían algunos al principio de los recortes, sobre todo en Cataluña, se va a producir ahora a gran escala europea con los presupuestos de todos y cada uno de los socios que accedan a esta cesión de su poder soberano. Los gobernantes catalanes no querían perder márgenes de autonomía presupuestaria en favor del Gobierno español, por lo que la píldora será más dulce para ellos si ahora comparten la pérdida con gobiernos de nivel superior, el de Madrid incluido, y además en favor de instituciones europeas. Pero que se desengañen quienes siempre quieren sacar lecciones soberanistas de estos lances: la cesión hacia arriba convierte en obsoletos tanto a los Estados-nación como a quienes aspiren de forma más o menos explícita a hacerse con un estatus parecido.
No hay salvación en el mundo global para los socios de la vieja Europa si cada uno va por su cuenta. No la hay ni siquiera para los países que juegan en la liga superior y se llevan todos los campeonatos, el Barça y el Madrid que son Alemania y Francia. No se trata tan solo de existir en el mundo, sino de sobrevivir en condiciones aceptables, que no empeoren sustancialmente el fantástico tren de vida que hemos tenido los europeos en los últimos 30 años. No están en juego tan solo los orgullos nacionales, las sillas en el G20 o en el Consejo de Seguridad, es decir, el peso, la influencia y visibilidad de los europeos en el mundo; sino cuestiones más próximas y tangibles como son lisa y llanamente nuestro bienestar y nuestras formas de vida, que solo se pueden preservar en el marco de una Unión Europea que funcione.
La transferencia de soberanía dará lugar a una unión fiscal, pero esta será imperfecta, puesto que quedara en unión de estabilidad presupuestaria y de austeridad en el gasto y no será de transferencias, de solidaridad y de crecimiento. Al menos todavía. El método utilizado tampoco será el comunitario, con el protagonismo de la Comisión, el Parlamento y el Tribunal europeos, que identificamos más directamente con el federalismo y el europeísmo. Será intergubernamental y no va a incorporar a todos los 27 socios. Unos porque no quieren, como Reino Unido; otros porque no saben si quieren, como Dinamarca, y otros porque aunque quieran no han decidido todavía dar el paso, como Polonia.
Las dos potencias europeas que más han pugnado entre sí, armas en mano en tres ocasiones, en su condición de ambiciosos y a veces expansivos Estados soberanos, son los que van a proceder a esta liquidación. Nadie más puede hacerlo. Es probable que solo ellos puedan hacerlo. Y lo van a hacer con el mayor protagonismo de ambos en la entera historia de la unidad europea, aunque será en detrimento de su propia soberanía.
Francia y Alemania han sido el motor europeo desde la fundación de la Unión, pero ahora son mucho más que un motor; son el vehículo. Hasta el punto de que el proyecto que van a presentar en Bruselas está pensado para que funcione incluso en el caso extremo e improbable de que solo estos dos países estuvieran dispuestos a ponerlo en marcha. Esto ya no es un directorio europeo, es una Europa franco-alemana, federalismo de dos socios que invitan a añadirse a quienes lo deseen. Y si entramos en detalle, veremos que la aparente simetría esconde conceptos alemanes y retórica francesa, con el sigilo de Merkel y la pompa y circunstancia de Sarkozy.
Volvemos así a un punto de partida anterior a la creación de la moneda única. El euro va a convertirse en un marco europeo, al igual que anteriormente todas las monedas europeas, incluido el franco francés, se pegaban y seguían al marco alemán en la serpiente monetaria. Y Europa va a dividirse en dos, los países del euro, junto a los que todavía no están pero quieren incorporarse algún día, y los países que ni están ni se les espera, al igual que antes de la adhesión de Reino Unido, cuando existía una potente Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) alternativa a las entonces proteccionistas Comunidades Europeas.
En resumen, haremos Europa sin europeísmo o “federalismo sin federalistas”, tal como ha señalado el director del Centro Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), Mark Leonard ('Cuatro escenarios para la reinvención de Europa'). De nuevo, con la esperanza tan europea y siempre renovada de que algún día la función termine creando el órgano, es decir, el europeísmo y el federalismo políticos que ahora se echan en falta.

martes, 6 de diciembre de 2011

CRISIS DE LA ZONA EURO : "LAS VOCES EUROPEAS"


De las palabras a los hechos. De los discursos de la pasada semana a los hechos de la semana que hoy empieza. En los últimos siete días hemos escuchado varias voces destacadas: el viernes, las de la canciller Angela Merkel en una sesión de explicación sobre la próxima Cumbre Europea en el Bundestag y del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su primera comparecencia ante el plenario del Parlamento Europeo; el jueves la de Nicolas Sarkozy en un mitin ante 5.000 militantes y simpatizantes en Toulon; y el lunes la de Radoslaw Sikorski en una conferencia organizada por el diario Die Welt y el think tank Deutschen Gesellschaft für Auswärtige Politik (DGAP) con motivo del final de la presidencia polaca de la UE. A partir de hoy, además de las voces, empezaremos a encontrarnos ya con las propuestas, que culminarán, esperemos, en la Cumbre de los días 8 y 9.
Merkel explicó las líneas generales y objetivos de la propuesta que discutirá hoy con Sarkozy en París y llevará luego a la Cumbre. Se trata de reformar los tratados europeos para avanzar en la unión fiscal dentro del marco institucional de la UE, es decir, bajo control de la Comisión y jurisdicción del Tribunal de Luxemburgo. La dureza de su mensaje es bien clara: primero, las normas están para cumplirse; segundo, el cumplimiento debe ser controlado estrechamente; y tercero, quien no cumpla debe ser sancionado. Merkel descarta totalmente los eurobonos que casi todos los otros socios defienden y lo hace por varias razones: cree que más deuda no va a solucionar un problema de endeudamiento; que tampoco resuelve el problema de falta de competitividad de las economías meridionales; y que manda una pésima señal a los malgastadores de que alguien se hará cargo del gasto.
Destaca el énfasis de Merkel en la independencia de los tribunales y del Banco Central Europeo, algo que va más allá de la crítica al manoseo que suelen sufrir este tipo de instituciones en boca de muchos políticos. Aseguró en su discurso que nada dirá ni censurará de estas instituciones y mucho menos sobre qué tienen que hacer, porque está en juego no tan solo su credibilidad sino también el funcionamiento entero del sistema. La UE es una unión de derecho y si el actual funcionamiento de las instituciones es imperfecto lo que hay que hacer es cambiarlo y mejorarlo pero no criticarlo desde los gobiernos. Hay un problema en la actitud de Merkel ante esta larga crisis, que ya ha producido enormes desperfectos con Grecia: su lentitud de reacción, su incapacidad para combinar la actuación urgente a corto plazo con las reformas a largo plazo de la UE.
Sikorski casi dio con todos los argumentos en dirección contraria. Alemania es el primer beneficiario del euro tal como funciona ahora y no es “una víctima inocente del despilfarro de los otros”: también rompió el pacto de estabilidad y sus bancos se cargaron de bonos de riesgo, mientras que ahora sus inversores pueden endeudarse a bajo coste después de vender los bonos de los países más expuestos. Advirtió del riesgo de una implosión de las economías vecinas que también afectaría a Alemania y señaló, con gran tino, que “a pesar de su comprensible aversión hacia la inflación, el peligro de colapso es ahora una amenaza mucho mayor”. Apeló, finalmente, a la responsabilidad alemana, que considera ‘especial’, pues están en juego, literalmente, “la paz y de la democracia del continente”.
Los discursos de la pasada semana se hallan en resonancia entre sí. Draghi manifestó su confianza en que “el nuevo marco de vigilancia (presupuestaria y financiera) restaurará la confianza con el tiempo”, pero a la vez pidió “una señal creíble”, que “servirá para dar una seguridad definitiva en el corto plazo”. Merkel, en cambio, rechazó la posibilidad de que cupiera esperar un Big Bang, porque se trata de un proceso largo, comparable a correr una maratón, en la que alcanzar una gran velocidad al principio no garantiza que se llegue a la meta. Sikorski defendió dos valores complementarios como la responsabilidad y la solidaridad: “Nuestra responsabilidad en las decisiones y procesos, y nuestra solidaridad a la hora de compartir las cargas”, frase de la que se hizo eco cinco días después la señora Merkel: “No hay solidaridad europea sin responsabilidad nacional”.
También resuenan, aunque de forma especial, las voces de Sarkozy y Merkel. La primera, en eco ampuloso de la segunda. Después de refundar el capitalismo ahora vamos a por la refundación de Europa. Da toda al impresión de que el presidente francés está preparando a sus electores para que encajen lo que será finalmente una aceptación casi íntegra del proyecto alemán. Algo que le va a doler por dos flancos sensibles: por un lado, el del Estado colbertista francés, acostumbrado a los déficits perpetuos, de tan buen rendimiento electoral; por el otro, el del soberanismo de matriz gaullista, que necesariamente debe resistirse a una entrega de poder fiscal a Bruselas y a sus instituciones y preferiría compartirlas ‘a dos’ con Alemania en un directorio europeo.
Merkel destacó por su vestido negro y su sobriedad expresiva de Señora No: no a los eurobonos, no a un BCE que sea prestador de último recurso, no a la compra masiva de deuda soberana. Draghi, por su elegante rechazo de la propiedad conmutativa en la salida de la crisis; el orden de los factores sí altera en este caso el producto: primero el Pacto o Unión Fiscal y luego ya llegará la actuación del BCE. Sarkozy destacó por lo que destaca siempre: no puede salirse del papel que la vida política le ha asignado en este guión. No habló de Europa, sino de sí mismo, el presidente que dice siempre la verdad, que todo lo sabía y que siempre acierta. Y no propuso un plan para salir de esta (eso quien lo hace es Merkel) sino un plan para ganar la elección presidencial toreando el lío europeo en el que está metido. Sikorski fue entre todos los gobernantes el más agudo y certero de la semana, porque les dijo a los alemanes lo que nunca habían oído de boca de un polaco: que la principal amenaza para Polonia ya no eran ellos sino un colapso de la eurozona y que un polaco como él empezaba a temer “menos el poder de Alemania que la inacción de Alemania”. “Ustedes son la nación europea indispensable”, aseguró en su conferencia berlinesa.
Estas cuatro voces contrastan con el silencio oficial español, del gobierno que se va y del gobierno que va a entrar, del presidente saliente y del presidente silente. En mitad de la niebla que ha caído con el traspaso de poderes la única voz que se oye, ayer domingo en EL PAIS, es la de Javier Solana, imagen todavía de la UE a ojos de mucho aunque no tenga cargo alguno, y su advertencia a Rajoy para que se ponga “las pilas a la velocidad de la luz”. Una vez pasadas las elecciones, derrotado el PSOE y con Zapatero de despedida, ya se puede decir con claridad, como hace Solana, que a diferencia de la crisis anterior “muchos de nuestros problemas están en Europa” y que por ello es indispensable “encontrar los consensos nacionales” y “volver a tener iniciativa en Europa”, algo para lo que se necesitan “contactos y amigos”, contar con “una buena red”, y sobre todo que “España no puede limitarse a quedarse como observador”. Que no le tomen mal los nuevos, pero ahí está la clave del asunto. Con tan espeso silencio, la sospecha es que nadie ha hecho los deberes en cuanto a contactos, conversaciones y mensajes. Nada más que decir: que los hagan esta semana aunque sea a toda prisa y que los hagan bien. Por ejemplo, como los amigos polacos, los más lúcidos europeístas en esta época de ofuscación antieuropea.

(Una voz aparte, sabia y escuchada, es la de Helmut Schmidt, el Viejo Canciller, que también habló ayer domingo, desde su silla de ruedas, ante el congreso federal del SPD, el partido socialdemócrata alemán, para exaltar la razón europea pero a la vez reclamar a los alemanes una corazón europeo y compasivo hacia los socios y vecinos. Pocos personajes han analizado con mayor precisión y coraje la actual situación de Europa, continente que envejece, se encoge e incluso se empobrece a ojos vistas, sin que a la vez sepa reaccionar de la única forma posible para evitar el declive: mediante una unión cada vez más estrecha. Schmidt criticó la nueva arrogancia de un cierto tipo de discursos alemanes que amenazan con terminar con Europa. Su discurso se titulaba "Alemania en, con y para Europa”, la diana fue “el matón alemán” y el lugar donde se pronunció, atención al detalle, Berlín, la ciudad donde más discursos sobre Europa se han pronunciado esta semana).

domingo, 4 de diciembre de 2011

EUROPA / EL TAZÓN SIN NOMBRE


El nombre, al final, será el que hará la cosa. Ahora sabemos qué es, pero no cómo se llama. Es un muro para proteger el corazón del euro. Que permita algún día al Banco Central Europeo ejercer como prestamista de último recurso. Que ponga a disposición de los países de la moneda única europea el cañón listo para disparar contra quien ose tocar la moto de la deuda soberana a partir de ahora.
Encontrar el nombre no debe ser fácil, puesto que llevamos tanto tiempo sin dar con él. Hay una parte en la declinación de esos sustantivos que suena bien: Tesoro europeo, alto representante para el euro, eurobonos, oficina presupuestaria europea, impuesto bancario sobre las transacciones financieras… Y otra que hiere muchos oídos: euro de dos velocidades, directorio europeo, Europa alemana, déficit cero, recortes drásticos del Estado de bienestar, escalada de impuestos al consumo y a las rentas.
Podemos imaginar, vistos los antecedentes, la fórmula que se está cocinando en la Cancillería berlinesa con elementos de los dos anaqueles: habrá una entrega masiva, inédita y muy dolorosa de soberanía presupuestaria y fiscal por parte de todos los países del euro actuales y futuros a cambio de que a su vez la deuda de todos los socios quede de una forma u otra garantizada.
No sabemos cuál será el radio de este compromiso trascendental e histórico. Parte de la pelea está ahí: Italia va a estar, a la vista de lo bien que se ha movido Monti y de cómo se coló en la cumbre bilateral entre Merkel y Sarkozy en Estrasburgo el pasado 24 de noviembre; España debe estar, a pesar de su nebuloso perfil con un presidente que ya se ha ido y otro que no ha llegado todavía. Grecia y Portugal tienen muchos números para caerse del cartel o quedar en una situación comprometida.
Tampoco sabemos si funcionará. Todo lo que se ha hecho hasta ahora ha sido insuficiente. Por poco y por tarde. Esto que ahora se prepara, a cocción lenta, debe tener tamaño y fuerza suficientes para encarrilar de una vez esta crisis intratable. Hay que creer que el secretismo de estos cocineros forma parte de la fórmula de éxito. De una parte conviene para la negociación: hay propuestas que son más bazas negociadoras que objetivos realmente deseados. De la otra es imprescindible para la sorpresa: el nombre y la cosa deben empezar a saberse en el momento adecuado, quizá un viernes por la noche con los mercados cerrados, para despertar el lunes con un nuevo mapa del euro y de sus instituciones.
Puede que todas estas conjeturas no sean más que piadosa expresión europeísta y ansias de supervivencia. Hay que estar en todo: unos en cómo sacar partido de la muerte del euro y otros en imaginar al menos que al fin conseguimos evitar el naufragio.

domingo, 27 de noviembre de 2011

EL MORA EN LA PLAZA DE THARIR : "DESTINO DE LAS REVOLUCIONES ÁRABES"


Es una revolución y su camino, como el de todas las revoluciones, es incierto. La rapidez con que cayeron los dos primeros dictadores, Ben Ali y Mubarak, pudo crear el espejismo de un movimiento instantáneo, limpio y eléctrico como la tecnología usada por los revolucionarios para comunicarse. Nada más lejos de la realidad: una revolución es más un proceso que un acontecimiento. Sus vericuetos son sinuosos y con frecuencia no conducen a ningún lado o regresan al punto de partida. Tienen más de laberinto oscuro que de alameda luminosa. Su éxito no está asegurado ni es como un paseo militar.
Los egipcios, a diferencia de los tunecinos, solo han despachado al faraón, que ya es mucho. Pero nada han tocado del sistema, una dictadura militar desde la misma fundación de la República en 1953, tras la expulsión del rey Faruk por parte de los Oficiales Libres encabezados por Gamal Abdel Nasser. Ni siquiera la idea de la dictadura castrense agota lo que es el ejército egipcio. Su papel en el sistema económico es central, como lo es en la preservación del núcleo vital de los grandes intereses y los pactos estratégicos (Israel, Estados Unidos) que definen el Egipto contemporáneo.
Para Shadi Hamid, director de investigación del centro que tiene en Doha (Qatar) el think tank estadounidense Brookings, "la revolución egipcia, en vez de representar una ruptura brusca con el pasado, puede ser entendida mucho mejor como un golpe militar de inspiración popular" (The Arab Awakening. Varios autores. Brookings Institution Press). El punto en que ha llegado ahora, a pocos días de la primera cita electoral para elegir un nuevo parlamento, es la segunda fase de la revolución, en la que hay una pugna entre los socios anteriores, los manifestantes y los militares, unos para sustituir el actual poder militar por un poder civil y los otros para seguir ganando tiempo y evitarlo.
Los militares egipcios se guían, como los militares de casi todo el mundo, por el mito que les identifica con el pueblo al que se presume que defienden. De ahí que eviten o difieran hasta el límite la decisión de disparar a su propio pueblo cuando creen que están en juego los intereses supremos. Incluso cuando lo hacen, como ya ha sucedido este año en varias ocasiones, la más reciente esta semana, se evita usar a la tropa y se enmascara para eludir un punto sin retorno en el que el poder militar carezca de todo margen fuera de la represión. La tentación de zanjar Tahrir como Tian Anmen, la plaza pequinesa donde el ejército chino masacró a los estudiantes en 1989, cuenta con potentes argumentos disuasivos, sobre todo desde el prisma de los propios militares.
El mariscal Tantaui no puede admitir ni siquiera que la institución que preside tenga deseos o intenciones de perpetuarse en el poder. Ha señalado fecha, junio de 2011 lo más tarde, para unas elecciones presidenciales que deben situar en la cúpula del Estado al primer presidente civil de la historia y planteado la necesidad de un referéndum para decidir si los militares deben entregar el poder inmediatamente. Pero no ha negado, en cambio, ninguna de las pretensiones castrenses, como es mantener un estatuto especial de guardianes de la Constitución, contar con presupuestos e inversiones fuera de la acción y el control parlamentario y seguir con un dominio reservado en un sector de la economía que se evalúa en un 25 por ciento del PIB egipcio. Por eso es de temer que maniobre y manipule la agenda electoral, y las urnas si hace falta, para salir de esta con el poder militar intacto.
Hay una situación de doble poder, el militar por un lado y el de la calle por el otro, que los Hermanos Musulmanes quieren desequilibrar en su provecho. También hay dos modelos en competencia: el de una república tutelada por los militares y el de una democracia islamista. Ambos son de inspiración turca aunque referida a distintas épocas: el primero de la Turquía de Ataturk y el segundo de la Turquía de Erdogan y su partido de la Justicia y del Desarrollo. Cabe que del cruce y acuerdo entre ambos salga un híbrido peor, en el que cada uno de los vectores mantenga su vigilancia, militar y religiosa respectivamente, al estilo del muy iliberal modelo saudí.
El futuro de las revoluciones árabes se juega de nuevo en Tahrir. En Mayo del 68 se hizo famosa una frase: “Ce n'est qu'un début, continuons le combat” (solo es el comienzo, continuemos el combate). Era falsa: fue el final de una época y apenas hubo más combates de barricada como aquellos. Ahora es al revés, los últimos compases revelan que, a poco de cumplirse un año del comienzo, estamos todavía en el comienzo, el largo comienzo de una revolución incierta. Si Egipto avanza hacia la supremacía del poder civil, la revolución recibirá un nuevo impulso. Ya sabemos qué sucederá si quienes avanzan y consolidan posiciones son los militares.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

TURBULENCIAS CON IRÁN



Suenan otra vez los tambores de la guerra con Irán. Suenan, es verdad, donde siempre han sonado. En Israel, la única potencia nuclear de Oriente Próximo, que considera el proyecto de desarrollo nuclear iraní como “una amenaza existencial”. Quien le da al tambor esta vez es directamente el primer ministro Benjamin Netanyahu, que ha dejado filtrar la existencia de un debate en el interior de su Gabinete sobre la eventualidad de un ataque inmediato contra las instalaciones donde avanza el proyecto nuclear iraní.
Es difícil dibujar los perfiles de esta noticia, porque todo suele ser borroso en el territorio de las armas nucleares y de las amenazas que las acompañan. Cuesta hacerlo con el proyecto iraní, que en principio es de carácter civil, aunque llegado a cierto umbral solo sería cuestión de plazos muy breves para que se convirtiera en una realidad militar de potencial agresivo. También cuesta hacerlo con la gesticulación israelí, que es recurrente. No sabemos si la filtración prepara el ambiente para un bombardeo aéreo que puede producirse en cualquier momento; o si es una jugada táctica amenazante en la partida que sostiene Netanyahu con Obama, su íntimo aliado sobre el tablero de Oriente Próximo.
La idea de una guerra con Irán, en la que Israel intentaría involucrar a Estados Unidos, se halla en las antípodas de la estrategia de Barack Obama, que incluía la acción diplomática y el diálogo con el régimen de Teherán, al igual que contaba con la buena marcha de las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes. No tendría lógica que Estados Unidos abriera un nuevo flanco bélico, después de intentar cerrar los anteriores de Irak y Afganistán, cuando el pésimo estado de su economía le exige prestar la mayor y casi exclusiva atención a la creación de empleo.
Irán no suscita ansiedad únicamente en Israel. Netanyahu juega con la silenciosa simpatía de Arabia Saudí y de los países del Golfo, donde los gobernantes suelen ser sunitas y buena parte de los gobernados chiitas, de forma que los primeros temen las revueltas de los segundos, alentadas por las pretensiones de liderazgo sobre el entero islam por parte de los ayatolás.
No sabemos si Netanyahu le dará al botón de la guerra, pero lo que ha hecho hasta ahora —incluyendo el intercambio de prisioneros con Hamás en proporción de 1 a 1.000, su feroz oposición al reconocimiento de Palestina y el anuncio de construcción de 2.000 nuevas viviendas en territorio ajeno— se dirige a recuperar una iniciativa política que había perdido desde que empezó la revuelta árabe. La escalada de la tensión con Irán rebaja las expectativas de cambio en Siria y polariza de nuevo a la opinión árabe, a la vez que suaviza el aislamiento en que se halla Israel. Es una paradójica amenaza desestabilizadora de la que quiere extraer estabilidad.

jueves, 3 de noviembre de 2011

CUMBRE DEL G-20 : "RETRATOS DEL PODER"



Hay un gran escepticismo sobre la utilidad de las cumbres internacionales, con frecuencia compartido o incluso promovido por muchos de los gobiernos que asisten a ellas. A excepción, claro está, del país anfitrión y organizador, cuyo correspondiente presidente o jefe de Gobierno suele buscar en su celebración una oportunidad para afirmar su prestigio en la escena internacional y en ocasiones para dar lustre a su imagen interior con vistas a las siguientes elecciones.
Los primeros en creer en la utilidad de las cumbres son quienes realizan sonoras y, a veces, virulentas protestas en las ciudades donde se reúnen: creen que efectivamente son conciliábulos donde se toman decisiones trascendentes y se cambia el rumbo del mundo. Nada más lejano a la realidad: lo característico es su incapacidad para sacar conclusiones prácticas y, a veces, incluso para redactar sus vaporosas conclusiones escritas.
Hay algo que nadie puede discutir respecto a la funcionalidad de las cumbres. Son una ocasión única para obtener, junto a la foto de familia donde aparecen sonrientes los jefes de Estado y de Gobierno en feliz asamblea, otra foto más interesante, una especie de radiografía sobre la realidad del poder y de su distribución en el mundo. En situaciones especialmente vertiginosas en cuanto a desplazamientos de poder mundial e incluso dentro de los países, las cumbres adquieren un interés adicional en la medida en que se convierten en la imagen fija que capta en un instante esta dinámica todavía desconocida.Eso es lo que está ocurriendo estos días en Cannes, la ciudad de la Costa Azul francesa donde se reúne, bajo presidencia de Nicolas Sarkozy, la sexta cumbre del G20, el grupo de las veinte y pico economías más potentes del mundo.
Lo más dramático de la dudosa utilidad de estas reuniones es que no hay ninguna otra fórmula que pueda servir para al menos ensayar algo parecido a un mundo gobernado. No sirve ya el G8 (antes G7), excesivamente antiguo y occidental, superado por los países emergentes presenten en el G20. Y tampoco funciona el virtual G2 (China y Estados Unidos), pues esta relación bilateral no es meramente cooperativa, sino que tiene muchos elementos de áspera competencia. Lo que no haga el G20 no lo hará nadie.
Francia, a cargo de la presidencia este año, ha hecho un trabajo concienzudo de trabajos previos a la reunión, pero la realidad no respeta los órdenes del día ni los preparativos de las cumbres. Su presidente Sarkozy quería conseguir pasos tangibles en la limitación de los incrementos de precio de las materias primas, en coordinación monetaria, regulación financiera e impulso al crecimiento y el empleo. También esperaba que la cumbre diera el espaldarazo a las medidas aprobadas en el último Consejo Europeo de recapitalización de la banca, quita de la deuda griega y ampliación del fondo de rescate.
No contaba con que Yorgos Papandreu, jefe de Gobierno de un país de 11 millones de habitantes que representa solo el dos por ciento del PIB de la UE y no está en el G20, haría de aguafiestas del ensayo de gobierno mundial con el anuncio de referéndum y le cambiaría el orden del día. Por mucho que se hable de otras cosas, todos estarán pensando y discutiendo sobre la consulta griega, que amenaza desde su discreto tamaño con enturbiar el horizonte europeo e incluso global.
Lo que ha hecho Papandreu no es extraño en momentos de redistribución del poder y de cambio, en los que se producen situaciones paradójicas, con margen para los más pequeños para retar a los más poderosos. Le ha ocurrido a Obama con el Gobierno de Israel respecto a su exigencia de congelación de los asentamientos en territorio palestino y de respeto de las fronteras anteriores a 1967. O también con la Autoridad Palestina respecto a su reconocimiento internacional en Naciones Unidas y la Unesco. Y ahora le acaba de pasar a Angela Merkel, y con ella al Eurogrupo, justo cuando acababa de proclamarse patrona indiscutible de la UE.
Obama teme que Europa arrastre a la economía de su país a una segunda recesión, que le dejaría al pie de los caballos en 2012, justo en su campaña electoral para la reelección. Poco puede aportar para evitarlo, aparte de los buenos consejos, en comparación con China, el país cortejado por Europa para suministrar financiación a ese fondo de rescate que Grecia somete a referéndum. Al presidente chino, Hu Jintao, le viene de perlas esta extraña situación, en la que le será mucho más fácil esquivar las persistentes insinuaciones sobre su moneda excesivamente depreciada y pedir en cambio que se reconozca plenamente a su sistema como una economía de mercado.
Para la UE, este tipo de reuniones, en las que suele estar sobre representada, son fácil ocasión para reflejar sus divisiones internas; pero esta vez, en cambio, quedará en evidencia y retratada por su lentitud y su escasa pericia a la hora de gobernarse a sí misma.

lunes, 31 de octubre de 2011

EL RÉGIMEN DE ARABIA SAUDÍ


En los mismos días en que Túnez celebraba las primeras elecciones democráticas en la historia de los países árabes y los rebeldes libios culminaban su victoria sobre Gadafi, incluidos su linchamiento y ejecución sumaria, acaba de producirse un relevo de significado político mayor en otro país árabe, Arabia Saudí. En este caso no es producto de movimiento popular alguno, sino crudo resultado de la acción de la biología sobre una casta real gerontocrática y enferma. El viejo rey Abdalá, nacido en 1923, ha visto morir a su sucesor, el príncipe heredero Sultán (1924), y ha nombrado al príncipe Nayef (1933) como nuevo heredero.
Arabia Saudí acumula una cuarta parte del PIB del conjunto del mundo árabe, tiene el poder y la legitimidad que le dan los santos lugares del Islam, de los que su rey es el Guardián Oficial, y ha demostrado durante la primavera árabe que es una superpotencia regional con energía y estrategias propias, hasta el punto de que se ha hecho cargo, mediante la invasión e intervención armada en Bahrein, de que la revuelta no se extienda en el entorno de su territorio.

Su pacto con Washington, por el que ha venido suministrando petróleo a cambio de seguridad durante 60 años, se halla prácticamente roto. A Estados Unidos no le interesa depender del petróleo saudí ni que dependan sus aliados, y los saudíes confían cada vez menos en los estadounidenses, tanto en el flanco exterior, frente al Irán nuclear y al Israel de los asentamientos, como en el interno, donde Washington se pone al lado de los revoltosos y de la democracia en vez de la estabilidad y los autócratas como había hecho en el pasado.
El relevo plantea, en cualquier caso, la cuestión esencial de la estabilidad monárquica en unos regímenes que ni siquiera tienen la pauta de la sucesión reglada. En 2006, el actual rey quiso introducir la apariencia de un poco de orden y probablemente evitar que Sultán nombrara libremente a su heredero, y creó para ello un Consejo de la Lealtad para asesorar al monarca en ejercicio en este nombramiento. A pesar de todo, sigue siendo un misterio la organización del poder de la casa de Saud, estructurada como un predio familiar en el que no debe entrometerse nadie.
Los miembros de este Consejo de la Lealtad son, en su mayoría, viejos como cardenales. Pero, a diferencia de los príncipes romanos, los saudíes son prolíficos como conejos, siguiendo el buen ejemplo del fundador del reino y padre de casi todos ellos Abdelaziz ibn Saud. Mientras en China en 2012 va a llegar al poder la quinta generación después de Mao, pautada rigurosamente por la edad biológica, en Arabia Saudí están todavía en la primera, puesto que todos los reyes y príncipes herederos hasta ahora han sido hijos del fundador del reino Abdulaziz bin Saud.
Claro que Saud tuvo 22 mujeres legales de las que se conocen 37 hijos varones reconocidos engendrados en una horquilla de 50 años, sin que cuenten para nada ni las hijas ni las concubinas y los hijos fuera de matrimonio engendrados con ellas. Nadie se ha atrevido, en todo caso, a la maniobra modernista que significaría nombrar heredero a un nieto de Saud de media edad en vez de otro anciano achacoso y rodeado de hijos ansiosos que esperan su encumbramiento.
Los misterios e intrigas del Kremlin soviético y del Zongnanhai posmaoísta quedan cortos al lado del Palacio Real saudí, donde el hermetismo y el secreto son inigualables, el poder es como el de las monarquías absolutas europeas y el rigorismo religioso extremo, aunque naturalmente con la debidas exenciones para la vida privada de los príncipes multimillonarios, que pueden escapar fácilmente de las imposiciones y extravagancias del wahabismo oficial en sus mansiones privadas o en el extranjero.
Una de las claves del éxito saudí en su ejercicio del poder sin control alguno es la incapacidad de los medios de comunicación para penetrar en el oscuro laberinto de la familia reinante, algo en lo que ha sido decisiva la complicidad occidental, pero que inevitablemente obligará cada vez más a intentar romper el muro de incomunicación con que este país se mantiene a resguardo de los efectos de la globalización. Y el primer paso es que cunda el interés y que empiecen a proliferar los saudiólogos, especialistas en desenmarañar estos ovillos de poder como sucedía durante la guerra fría con las intrigas y las sucesiones dentro del aparato del Partido Comunista soviético.

domingo, 30 de octubre de 2011

EL FUTURO DE EUROPA


La amenaza es de destrucción, declinada en todas sus variantes. Y a cámara lenta, por cierto: a la crisis de nunca acabar se suma la lentitud exasperante con que se van trenzando los debates y desgranando las decisiones. Empezó con “Si cae el euro, cae Europa” y ahora estamos incluso en “Si cae el euro cae Alemania”. En el último episodio los conservadores británicos han llegado a tomárselo en serio: ¡Qué caiga! El euro, Europa, todo junto.
La realidad, en cambio, lleva desmintiendo tales amenazas. Todo va virando al sepia años treinta, cuando aquella Gran Crisis que terminó tan mal, pero ya se ve que el euro aguanta. No aguantan los Estados de bienestar. No aguanta el empleo. Ni las empresas. Menos aún la paciencia de los sufridos ciudadanos, que se indignan por un lado y votan a la oposición por el otro. Pero el euro y la Unión Europa sí aguantan.

No hay destrucción, sino cambio. Cuando termine, todo será distinto. Y no solo serán distintos el euro y la Unión Europea, sino todos sus socios, las relaciones de poder entre ellos y la influencia y papel de los europeos en el mundo. Hace algo más de un año había dudas sobre si el FMI debía acudir al rescate de Grecia o era tarea exclusiva de los europeos. Ahora ya se trata de pedir a China que haga su aportación a la financiación de los rescates. Entonces todavía se hablaba de un directorio de los países más ricos que marcaba el paso a los periféricos, pero al poco quedó reducido a dos, Sarkozy y Merkel, y ahora a uno solo, la canciller, que discute y vota en su parlamento por la mañana lo que obligará a aceptar a los 17 socios del euro por la tarde.
Las instituciones europeas han quedado profundamente modificadas por toda esta tormenta. Desde que entró en vigor el Tratado de Lisboa, a finales de 2009, hasta ahora, han crecido más las estructuras de gobierno del euro que en sus diez años anteriores: Autoridad Bancaria Europea, presidencia de la Cumbre del euro, Junta Europea de Riesgo Sistémico… Las recién creadas —presidente del Consejo Europeo, alto representante de Política exterior—, y las que ya había —la Comisión—, no han terminado de encontrar su papel. Y no sabemos en qué terminará y cómo se gobernará el invento: si habrá algo parecido a un Tesoro o a un alto representante del Euro.
También están cambiando los países. La crisis coloca a cada uno en su sitio. El peso del tribunal constitucional, parlamento y cancillería alemanes supera al de sus homólogos de cualquier otro país, incluidos sus correspondientes de la UE, que apenas tienen vela en este entierro. La presidencia francesa, excepcional en sus poderes inventados por De Gaulle, puede morir en el intento. La del Consejo de Ministros italiana ya lo ha hecho. Con el resto, España incluida, no hay problema: a obedecer y callar. Cuando termine todo, habrá que hablar de nuevo de democracia.

viernes, 28 de octubre de 2011

REVOLUCIONES ÁRABES : "EL ISLAM NO ES NINGUNA SOLUCIÓN"



Túnez señala la dirección. Las mayorías parlamentarias en los países árabes donde se celebren elecciones democráticas en buenas condiciones se articularán alrededor de partidos islamistas, todos ellos en una u otra forma ramas nacionales o derivaciones de los Hermanos Musulmanes, la veterana organización egipcia fundado en 1928 por Hassan el Bana. Es lo que sucederá en Egipto, que las celebra el 28 de noviembre, y en Libia, que quiere celebrarlas en ocho meses; también en países donde no ha habido cambio, pero sí puede haber transición, como Marruecos, que las celebra el 25 de noviembre.
Occidente no aceptó la realidad del islamismo político en 1991, entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones generales en Argelia que iban a dar la victoria y el poder al Frente Islámico de Salvación (FIS). Los militares, con el beneplácito de todas las capitales occidentales, interrumpieron la transición, iniciada en 1989 con una reforma constitucional y la desaparición del monopolio del partido único, el Frente de Liberación Nacional. Suspendieron las elecciones, disolvieron el parlamento, obligaron a dimitir al presidente Chadli Benjedid, prohibieron el FIS e implantaron el Estado de emergencia, que ha durado hasta 2011. El terrorismo y la represión indiscriminada viraron pronto en una guerra civil que se cobró 200.000 vidas.
Veinte años desde el primer intento no pasan en vano. Durante estos años perdidos ha aparecido una alternativa más extremista y peligrosa como es el proyecto terrorista de Al Qaeda. La tentación violenta ha quedado mayoritariamente desacreditada, aunque todavía recoja adhesiones en lugares como la franja de Gaza. Los partidos islamistas han sufrido bajo las dictaduras, pero también han tenido ocasión de reflexionar sobre sus errores y la evolución de un mundo en cambio, en el que los beneficios de la globalización se desplazan hacia los países emergentes. Y, sobre todo, han estallado las revueltas de la dignidad de punta a punta del mapa árabe.
Durante estos años, el islamismo ha sido la principal fuerza de oposición a las dictaduras. Una parte de su éxito actual viene de la prohibición y la clandestinidad y está ganado en los cadalsos, comisarías y cárceles, como sucedió con el comunismo en países como España. En muchos casos ha actuado como una red social que proporciona a las capas más desfavorecidas la sensación de que alguien se hace cargo de los ciudadanos ante un Estado dictatorial y corrupto. Y cuenta con la fuerza y la popularidad de las mezquitas, es decir, del conservadurismo reigioso y de la tradición.
El islamismo no ha hecho estas revoluciones, pero será su principal beneficiario. Los jóvenes, que se lanzaron a las calles de las ciudades árabes desde el Atlántico hasta el golfo Pérsico a partir de enero pasado, poco tenían que ver con las hermandades musulmanas organizadas para restaurar la pureza de la sociedad islámica frente a la corrupción de los dictadores y de la modernidad occidental. En la plaza Tahrir de El Cairo apenas asomaron las barbas los primeros días, pero pronto se presentaron los disciplinados militantes para organizar el rezo de los viernes y segregar a las mujeres. El impulso fue cosmopolita, laico y modernizador, pero la capitalización identitaria, religiosa y tradicionalista.
Todo esto inquieta a los árabes más laicos, que temen por el tipo de Estado y de democracia que se va a construir. Una democracia adjetivada como islámica puede reducir el campo de juego y de la pluralidad o sencillamente contar como una opción más, la mayoritaria, dentro de la pluralidad; al igual que las democracias cristianas dentro de los Estados aconfesionales europeos. Si de los viejos partidos comunistas han salido formaciones reformistas y socialdemócratas, perfectamente acomodadas a las reglas de juego y preparadas para gobernar, nada impide que los Hermanos Musulmanes terminen constituyendo la base de esa democracia islámica.
Los temores no son gratuitos y tienen una base palpable: la segregación de sexos; la limitación de los derechos de la mujer; la ocupación religiosa del espacio público; o la presión sobre los ciudadanos de otras creencias, que en Egipto tiene visos de persecución. La democracia no puede ser un mero trámite en las urnas que abra las puertas a la sharía. Significa instituciones y equilibrios entre poderes públicos, derechos y deberes de los ciudadanos, igualdad ante la ley. Este es el reto del islamismo. Y no hay una sola sharía. Como no hay un solo islam. Incluso en el islam político y conservador hay al menos una bifurcación, con un camino autoritario que lleva hacia Arabia Saudí y otro democrático que conduce a Turquía.
El islam es la solución, reza el eslogan más conocido de los Hermanos Musulmanes. No es verdad. El islam es, como más, el camino obligado e inevitable en esta transición. Como recuerda una y otra vez el escritor egipcio Alaa al Aswany en sus artículos, antes y después de la caída de Mubarak, la solución es la democracia.

lunes, 24 de octubre de 2011

REVOLUCIONES ÁRABES - (MEDIO ORIENTE)" UNA HISTORIA SIN PARTERAS"


La partera todavía anda muy atareada en estos tiempos. Recuerden al viejo Marx: “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una sociedad nueva”. En Europa se le acabó la tarea, al menos hasta los glacis de Rusia. Debió acabar mucho antes. Por ejemplo, a partir de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín y regresó la libertad para los países atornillados por Moscú al extinguido pacto de Varsovia. No pudo ser: prendió en los Balcanes primero, rebrotó en el Caúcaso y todavía mantiene algunos rescoldos en Ucrania, Bielorusia y Moldavia.
Lo mismo sucedió en España. Pudo y debió ser en 1978, cuando los españoles se dotaron de su regla de juego. Y hubo luego más oportunidades: al terminar la guerra fría, con la paz en el Ulster, ante la polarización de un megaterrorismo demoledor y sin límites... Nada convenció a la vieja matrona ensangrentada, empeñada en permanecer en el que fue el más violento continente de la historia y ahora se ha convertido en todo lo contrario.
Una historia que por nada del mundo quiere transcurrir con partos de dolor y de muerte, eso es Europa. El relato de la libertad que excluye a quienes saben tomar ventaja de la violencia. Por eso el mismo día en que se retira avergonzada de la península ibérica, encapuchada y arrogante en su derrota, muestra en Sirte su ferocidad magistral. A esa vieja sanguinaria e injusta le complace de vez en cuando dar a cada uno su merecido, en proporción a la crueldad de su resistencia al cambio. A Ben Ali, que aguantó poco, el exilio. A Mubarak, que se resistió hasta el último día a tirar la toalla, la cárcel. A Gadafi, que redobló sus instintos asesinos para acallar las protestas, la guerra civil, la derrota y la muerte.

Mucho les costará a los árabes expulsarla de su territorio. Aunque sus servicios sean indeseables, fácilmente se cuela en las casas y se instala con su guadaña entre la gente. Ahora gracias a los móviles y a las redes sociales, nos llegan en tiempo real las imágenes repugnantes de su siega sangrienta. Ya sucedió en 1989, con la filmación del juicio irregular y fusilamiento del matrimonio Ceaucescu en Bucarest; como ahora desde Sirte con esas imágenes captadas por los móviles del apresamiento, vapuleo y tiro en la sien al tirano. La nueva Libia nace con ese tiro descerrajado a Gadafi, prisionero y herido, ante las cámaras. Como muere un perro. O una rata. Los animales que le gustaba evocar al dictador para despreciar a sus enemigos. Este nuevo mundo sigue alumbrándose en la sangre y el dolor. Como siempre. Un punto de partida difícil para que los libios se den libremente una regla de juego que a todos les pacifique e incluya. Y un mal presagio para las transiciones tranquilas. Los árabes, como los europeos, merecen también una historia sin parteras.

martes, 18 de octubre de 2011

EL FIN DE ETA : "ESPAÑA-LA PAZ Y SUS FACTURAS"


ETA va a desaparecer. No parece haber discusión alguna sobre esto. Y la razón fundamental es porque ha sido derrotada. El ritmo de reproducción de sus comandos, es decir, el ciclo de adoctrinamiento, reclutamiento y entrenamiento, hace ya tiempo que era mucho más lento que el ritmo de desarticulación policial. Mérito de las distintas policías ocupadas del asunto y de los ministros del Interior. Pero no es la única razón para la extinción de ETA: las hay y muy poderosas de orden internacional.
Desde hace años es el último vestigio de una vieja y desgraciada época, la guerra fría en cierta forma, en que una gran parte de la sociedad consideraba aceptable la acción política a través del asesinato. Que nadie se haga ahora el despistado como si no fuera con ellos. Esa idea ha sido también derrotada, al menos en Europa; algo menos en otras latitudes, a pesar de que la globalización hace una muy buena contribución a la universalización de los derechos humanos. Esa es la gran derrota de ETA: sus seguidores han comprobado en la práctica que hoy ya no es posible en Europa obtener ventajas políticas con la amenaza o el uso de la violencia.
Tres derrotas en una entonces: una derrota militar de su estructura armada, una derrota política de una organización que ha usado la violencia para financiarse, hacer propaganda u obtener ventajas incluso electorales y una derrota moral de quienes, militantes, seguidores o votantes, menosprecian la vida humana y sitúan sus ideas o quimeras políticas por encima de la convivencia y del respeto a sus vecinos. Sin contar con las sucesivas derrotas jurídicas de sus brazos políticos, que llegan hasta el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Los nacionalistas quieren evitar que la derrota de ETA se convierta también en una derrota del nacionalismo y llevan razón, aunque el riesgo es evidente. Véase el caso del nacionalismo alemán, descalificado hasta nuestros días gracias a su total sumisión a un proyecto genocida. Está claro que el sector más afectado e infectado por ETA es el nacionalismo radical, que lo es en sus ideas independentistas pero sobre todo en su inhibición moral a la hora de escoger esos métodos execrables o de sacar provecho de los atentados como si nada tuvieran que ver con ellos. Pero ni siquiera el radicalismo independentista merece ser contagiado por la derrota de ETA. Al contrario: la derrota de la violencia política debiera servir para legitimar el combate independentista democrático y pacífico.
Las dos horas de conferencia de paz organizada ayer en San Sebastián merecen un análisis detallado. Y la correspondiente crítica, claro que sí. Lo que no merecen es esa artillería de epítetos e insultos utilizados por la derecha española, tan cómoda en su radicalismo verbal, que termina metiendo en el mismo saco a ETA, a los nacionalistas, a los socialistas vascos por asistir, al gobierno de Zapatero por callar y a Kofi Annan, Gro Harlem Brutland, Jerry Adams, Berti Ahern y Pierre Joxe por ofrecerse a encabezarla.
Es muy plausible que la conferencia sea un ejercicio vacío. Útil solo para adornar la rendición de ETA como si fuera el resultado de una paz acordada. Todos sabemos que no es así. Los abertzales quieren vestir la derrota y convertir la humillación del final en la victoria de un nuevo comienzo, que además les dé réditos electorales. Han pasado de buscar paz por presos, o paz por paz a falta de otra cosa, a contentarse con paz por elecciones. Si les siguen poniendo las cosas a huevo, es posible incluso que consigan sacar rendimientos extra entre unos electores más que hartos de ETA y sometidos en alguna medida al síndrome de Estocolmo.
Hay algo muy positivo en la declaración de la conferencia, que no es posible tergiversar: “Llamamos a ETA a hacer una declaración pública de cese definitivo de la actividad armada”. Todo lo que sigue a esta frase contundente y clara pertenece al reino de los matices y las ambigüedades más o menos calculadas. No pide un diálogo entre ETA y los gobiernos de España y Francia, sino que ETA lo solicite. Dejen las armas y pidan dialogar a los dos gobiernos es lo que dice el primer punto, y una vez hecho esto, estas personalidades internacionales ‘instan’ a los gobiernos a dar la bienvenida a la declaración e iniciar las conversaciones. Nada dicen de cómo debe hacerse esto, ni de qué tipo de conversaciones deben organizarse.
No hay distinción entre víctimas y victimarios en el tercer punto de la declaración, es cierto. Se habla de “todas las víctimas”, pero se hace en términos tan generales y respetuosos que se hace difícil convertir este punto en una vejación como algunos pretenden. Han hecho muy bien los familiares de víctimas agrupados en una de las asociaciones en entregar una detallada y excelente documentación sobre las más de 800 personas asesinadas. No hay simetría posible entre víctimas y verdugos, pero no estamos ante una rendición de ETA sino ante un intento de reintegración en la sociedad vasca de un amplio sector abertzale que no sabía hacer política sin utilizar la violencia.
Los dos puntos siguientes han suscitado todavía más reticencias. Los intermediarios aluden a su experiencia en la resolución de conflictos, y a partir de eso sugieren y apuntan iniciativas que puedan ser útiles para avanzar, es decir, para que ETA deje definitivamente las armas. Sugieren, por ejemplo, “que los actores no violentos y representantes políticos se reúnan y discutan cuestiones políticas”. Lo mismo dicen de las ayuda que puede proporcionar una eventual “consulta ciudadana”. También insinúan que unos intermediarios, ellos mismos, pueden echar una mano en la ayuda al diálogo y en el seguimiento del proceso.
Todo esto, obviamente, es discutible. ¿Por qué no esperamos a discutirlo después de que ETA haya hecho caso al primer punto? ¿Qué nos lleva a pelearnos por las sugerencias e insinuaciones si todos sabemos que tienen como objetivo convencer a ETA de que deje de una vez las armas? Sería un mal negocio que nuestras sutiles razones democráticas impidieran o retrasaran el abandono definitivo de la violencia.

ETA quiere salvar la cara, al menos ante sus propios partidarios o sus hipotéticos electores. Si el precio que hay que pagar para que salve la cara es esta declaración hay que decir que ETA pide calderilla, aunque algunos consideran cualquier precio, por pequeño que sea, como una fortuna inadmisible.

lunes, 17 de octubre de 2011

ELECCIONES EN FRANCIA : "UNA DEMOCRACIA QUE RESPIRE"

Hay que mirar con atención lo que está sucediendo en Francia. No tan solo por la corrosión de la presidencia de la República como efecto del carácter impetuoso y ególatra de su actual titular, Nicolas Sarkozy, sino ante todo por una revolución tranquila que ya se ha producido en el interior del Partido Socialista, cuyos efectos pueden modificar el paisaje partidista e incluso algunos elementos definitorios de la V República. Aún cabe que estos efectos vayan más lejos, pues a fin de cuentas el molde político del socialismo francés ha sido adoptado en muchos aspectos por partidos de otros países europeos.
El PS francés era hasta hace pocos días un partido de electos locales, provinciales y nacionales, fuertemente organizado en tendencias y con un cierto maltusianismo en la adhesión de nuevos militantes. ¿Les suena? Según Alain Bergounioux y Gérard Grunberg, dos historiadores del PS, lo más específico del socialismo francés es su dificultad para reconocerse como partido de gobierno. En su ADN originario, dicen, están la revolución y el socialismo. Gobierna como si estuviera a disgusto y parece sentirse aliviado cuando está en la oposición. Esto explica que desde la fundación de la actual República, en 1958, sólo un presidente de los seis que ha habido, François Mitterrand, haya sido del PS.

Esto se acabó. Las primarias socialistas abiertas a todos, le 'peuple de gauche', han terminado con esta historia de un partido agobiado por el peso de su ideología y encerrado en sus viejas estructuras de matriz decimonónica. La decisión es de alto riesgo. No es seguro que al final del camino esté realmente el palacio del Elíseo. Ni la derecha francesa ni Sarkozy van a caer sin combate. A pesar de sus errores, esta República es suya en su origen y en la mayor parte de su gestión, por lo que harán mangas y capirotes para retener la presidencia.
De momento, los socialistas franceses han hecho dos cosas. Con la campaña de primarias y las dos vueltas electorales han ocupado largamente el espacio público y mediático y movilizado a casi tres millones de ciudadanos, para desesperación de Sarkozy. Pero han hecho algo más crucial todavía, como es recuperar el gusto por la política, el sentido de la participación y del debate, el valor de las ideas, justo en una época de desafección y de crisis. No puede descartarse, sin embargo, que el balance final sea doloroso y que se queden sin Elíseo y con el socialismo todavía más maltrecho.
De momento, el socialismo hasta ahora más arcaico de toda Europa ha demostrado que sabe modernizarse y abrirse, arriesgar y exhibir a dos finalistas perfectamente preparados para presidir la República: levemente más centrista, François Hollande, y levemente más izquierdista, Martine Aubry. A esta última pertenece la idea de conseguir “una democracia que respire”. Que cunda el ejemplo. Allí y aquí.

jueves, 13 de octubre de 2011

HAMAS E ISRAEL : "LA PAZ PARA LOS HALCONES"


Quiere el tópico que los más duros entre quienes se combaten sean los que deban hacer las paces. Algunos ejemplos históricos así lo demuestran, aunque el más socorrido es el de la paz ofrecida en 1958 a los combatientes independentistas argelinos por el general De Gaulle y así calificada: la paix des braves.
En esta ocasión los más duros no han hecho ni quieren hacer la paz. Pero han negociado entre ellos y han cerrado un acuerdo de intercambio de prisioneros, mil por uno, que es todo un gesto de pacificación, el primero después de mucho tiempo de bloqueo en las relaciones entre israelíes y palestinos y la primera buena noticia en muchos años que aportan al alimón las dos partes del conflicto.
Hamás quiere la destrucción de Israel. Netanyahu sólo de boquilla admite que pueda existir un Estado palestino. El movimiento que gobierna Gaza ni siquiera apoya a Abbas en su petición del reconocimiento de Palestina por Naciones Unidas. El Gobierno que encabeza Netanyahu considera que el acuerdo de unidad entre Hamás y Fatah es un obstáculo insalvable para la paz. Hamás y Netanyahu, que se rechazan mutuamente como interlocutores en una negociación política, siempre han accedido en cambio a negociar en secreto para intercambiar prisioneros.
Hay una diferencia esencial entre la Autoridad Palestina y Hamás, que conduce a que sea el movimiento islamista el único que puede jugar en esta cancha. La entidad que preside Abbas no combate contra Israel, al contrario: colabora con su Gobierno aunque quiera vencer política y pacíficamente mediante la negociación.
Hamás en cambio es un movimiento calificado de terrorista por la UE y por Estados Unidos, que secuestró a este jovencísimo soldado y lo ha mantenido escondido durante cinco años como si fuera un tesoro. Y lo es. De guerra.Para utilizarlo como arma negociadora, por tanto.
Hamás estaba en horas muy bajas. Con su principal protector, Bachar el Asad, reprimiendo las revueltas de su población y atacando incluso a los refugiados palestinos. Con su enemigo Abbas convertido en el padre de la nación, después de recuperar la iniciativa con su demanda de reconocimiento internacional.
También Netanyahu se encontraba en un momento difícil. La arquitectura diplomática construida desde la fundación de Israel se ha ido desplomando durante su mandato. Las relaciones con Turquía, Jordania y Egipto se han deteriorado. Al igual que la imagen internacional de su país.
La simetría es prodigiosa, incluso en las reacciones, y ayuda a comprender la jugada inesperada de un acuerdo alcanzado en unas pocas jornadas de negociación. Palestinos e israelíes han acogido con idéntica alegría el anuncio de la liberación de los mil presos y del soldado secuestrado. En ambos lados se han escuchado y escrito idénticos argumentos de orgullo y afirmación colectiva.Para el dirigente de Hamás, Jaled Meshal, es “una victoria nacional de la que debemos estar orgullosos”. Para Benjamín Netanyahu, una demostración de que “Israel es una nación excepcional”.
Si tantos y tan claros eran los beneficios para ambas partes, cabe preguntarse por qué se ha tardado tantos años en forjar el acuerdo. Una parte de la respuesta la encontramos en las explicaciones del primer ministro israelí, que ha calificado el momento actual de una ventana de oportunidad que podía cerrarse inmediatamente.
Apenas hay violencia entre israelíes y palestinos, a pesar del grave rebrote de agosto, cuando guerrilleros de Gaza atacaron autobuses civiles israelíes en el Sinaí: entonces no prendió, pero el callejón sin salida alcanzado en el proceso de paz podría conducir muy pronto a esa tercera Intifada tan temida.
Las próximas elecciones egipcias, el 28 de noviembre, abrirán una nueva etapa en la que el Estado Mayor militar y los servicios secretos, que juegan un papel crucial en las relaciones con Israel, pueden verse obligados a responder ante un Parlamento y un Gobierno reticentes a una cooperación tan estrecha con los israelíes.
La ventana también es interior para Netanyahu, un primer ministro que no ha empezado ninguna guerra, no ha firmado ni quiere firmar por el momento la paz, pero se empeñó desde el primer día en que entró en su despacho de gobernante en devolver a Gilad Shalit a su familia.
Una sexta parte de los presos palestinos saldrán de las 22 prisiones israelíes. Quedan todavía 5.000, incluidos los líderes palestinos más destacados, moneda útil para una posterior negociación. Hamás, en cambio, ya no tiene tesoro para negociar.

Si la paz sigue estando muy lejos, demasiado lejos, hoy está un poco más cerca. Netanyahu podría irse a casa satisfecho del deber cumplido. Ha obtenido un respiro. Ha comprado tiempo. Sin ceder una colonia. Y quiere ganar las siguientes elecciones.

miércoles, 12 de octubre de 2011

EGIPTO : "LAS TRES PRUEBAS DE UNA REVOLUCIÓN"



Tres son los requisitos que debe cumplir un cambio como este. Debe abrir las puertas a la libertad de los ciudadanos. Todos los ciudadanos deben acceder a la igualdad ante la ley. Difícilmente se puede hacer sin un sentido de respeto y de fraternidad mutua que vincula a unos ciudadanos con otros.
No hay libertad más difícil y sensible que la de expresión. La prueba de que el cambio ha alcanzado sus objetivos es que todos puedan expresar sus opiniones libremente y que nadie utilice excusas ideológicas o religiosas para exigir el regreso de la censura.
La igualdad ante la ley afecta ante todo a los poderosos, que siempre consiguen ser más iguales que otros. Pero la piedra de toque la proporcionan las mujeres. Allí donde han conseguido la igualdad después de que se abrieran las puertas a la libertad, cabe pensar que el cambio prometido ya se ha alcanzado.
La fraternidad entre ciudadanos libres e iguales se basa en el respeto a lo que son y lo que piensan unos y otros, lo que sienten y lo que creen otros y unos. La mayor prueba de fraternidad la proporcionan cuando los creyentes de una religión están dispuestos a defender y sacrificarse por los creyentes de otra que son atacados en sus derechos o en sus vidas.
Donde haya medios de comunicación libres, mujeres en pie de igualdad con los hombres y creyentes e increyentes respetuosos y fraternales unos con otros, se habrá alcanzado el ideal de la ciudadanía por el que tantos combaten.
Los jóvenes de la plaza de Tahrir y de la avenida Habib Bourguiba querían la libertad, la igualdad y la fraternidad. Son las tres pruebas de la revolución árabe, ahora bajo amenaza. No las podrá pasar un régimen que no asegure previamente la división de poderes, la primacía del poder civil sobre el militar y la plena separación entre los poderes religiosos y los poderes del Estado.