jueves, 28 de julio de 2011

EUROPA Y EEUU : VERANOS EN LOS LIMITES


Quedan solo unos días. Ninguna de las dos partes quiere ceder ni una pulgada. Un presidente demócrata como Obama no puede recortar drásticamente los gastos sociales sin incrementar los impuestos a los más ricos: se juega su futuro político. Tampoco van a ceder unos congresistas ultraconservadores, que han jurado ante sus electores que jamás apoyarán un incremento de los impuestos: quieren un gobierno reducido y nada les apetece más que impedir al presidente que gobierne. Sólo hay un argumento que al final puede resultar convincente para unos y otros: si el día 2 de agosto no se han puesto de acuerdo sobre el techo de endeudamiento, de forma que el gobierno pueda cumplir con sus compromisos, la superpotencia americana hará suspensión de pagos. Detrás de una catástrofe de esta envergadura llegarán otras, que afectarán a las bolsas, a la deuda americana y al dólar. También al conjunto de la economía mundial: tiene ya repercusiones en Europa, donde no terminan de levantar cabeza después de superar el bache de la semana pasada, y ahora quizás en razón de la incertidumbre que viene de la otra orilla de Atlántico.
Vivir en el límite, desafiarse unos a otros al juego del gallina (lanzarse a toda velocidad hacia el abismo para ver quién es el primero que frena antes de despeñarse), se ha convertido en el deporte generalizado en la globalización desgobernada. Israelíes y palestinos vienen dando reiteradas pruebas de esta actitud y ahora se han marcado ellos mismos su propio límite, el momento de la verdad que en su caso obligará a todos los países de Naciones Unidas a retratarse: en septiembre la Autoridad Palestina pedirá el reconocimiento como Estado a la Asamblea General de Naciones Unidas e Israel pedirá al Consejo de Seguridad que ejerza su derecho de veto. Los europeos han dado desde hace un año y medio sus propias pruebas de este juego de riesgo, aplazando una y otra vez las medidas que podrían frenar la crisis de la deuda soberana declarada a principios de 2010 en Grecia. Y cuando han conseguido unos buenos acuerdos que podrían servir para empezar a enderezar la economía, llega desde Washington la tormenta entre demócratas y republicanas que amenaza a la economía global y erosiona la confianza en el propio acuerdo europeo.
En estos y en muchos otros casos podemos comprobar cómo la política, que era el arte de la acción de gobierno, se está convirtiendo en el arte de la inacción: impedir que el gobierno actúe, evitar que se tomen decisiones. O el arte del desgobierno: conseguir desde la oposición que el gobierno no gobierne. Bloquear y paralizar son los verbos que más se conjugan en estas situaciones. El tráfico con el derecho de veto es la más sublime de las tretas de este arte. La tarea de la oposición no consiste en ofrecer permanentemente a los ciudadanos un programa alternativo y demostrar que la alternancia política está siempre dispuesta, sino poner tantos palos en las ruedas del carro del gobierno como sea posible. La primera y más elemental regla de la política contemporánea exige, al día siguiente de la elección, deslegitimar al vencedor, demostrar que no puede gobernar y que todo lo que haga gobernando será enmendado en cuanto llegue la oposición. El resultado de esta oposición en los límites es que apenas tendrá credibilidad cualquier petición de adelanto electoral si lo que se ha pedido desde el día siguiente de unas elecciones son unas nuevas elecciones, con distinto desenlace, naturalmente.

CONSECUENCIAS DE LA MATANZA EN NORUEGA


Algunos siguen disimulando, pero la mayoría, sensata, razonable, ha empezado a enterarse de qué va esa historia. Saben que la matanza tendrá consecuencias. Está teniendo ya consecuencias. Y las tendrá de forma cada vez más nítida sobre la extrema derecha no violenta. Pero las también sobre la derecha convencional e incluso sobre el antiprogresismo de origen izquierdista encaramado alegremente en la incorrección política.
No escondamos la cabeza bajo el ala: la extrema derecha comparte ideas con el asesino. Compartir ideas no transfiere responsabilidades. El único responsable de un crimen es el criminal mismo. No hay responsabilidades colectivas. Las ideas no matan. Las palabras que no son incitación directa a la violencia, tampoco. Pero que no sea delito según los códigos penales al uso no quiere decir que sea civilizado y responsable difundir según qué ideas y pronunciar según qué palabras.
Las ideas y las palabras tienen consecuencias, aunque no maten. El delito no es escribir Mein Kampf sino poner en la práctica las ideas que se exponen en Mein Kampf. Anders Bhering Breivik ha puesto en práctica de forma extrema y violentísima las ideas que defienden un buen número de partidos y grupos de extrema derecha europeos. No es extraño que algunos militantes de estos grupos, en muy distintos países, hayan expresado en las primeras horas posteriores a la matanza algún tipo de afinidad y simpatía con el asesino, aunque inmediatamente se hayan visto obligados a pedir disculpas.
A continuación vienen esas derechas convencionales, zarandeadas por sus intereses electorales, que oscilan entre la invocación de un centrismo evanescente y un lugar extremo en su derechismo que les permita disputar los votos a la extrema derecha, es decir, a quienes comparten ideologías con Breivik. Quizás no les gustan mucho esos programas, pero les gusta menos quedarse sin esos votos, y de ahí que hayan desarrollado grandemente dos habilidades: guiñar el ojo hacia la derecha y sacar la lengua hacia la izquierda.
Ahí llega el tercer grupo, comentaristas, analistas, periodistas y tertulianos, que jalean a las derechas extremas en sus esfuerzos por decir la cruda verdad, llamar las cosas por su nombre, y por culpabilizar a la izquierda de todo lo que está pasando. Ahí sale el entero repertorio de piezas a abatir: buenismo, multiculturalismo, pensamiento políticamente correcto, y todo el progresismo en general. La socialdemócrata Noruega concentra y resume todos estos males a los que el tertulianismo atribuye la responsabilidad de cualquier cosa.
Las responsabilidades políticas y morales, sin consecuencias legales ni penales, evidentemente, son mayores cuanto mayor es el peso, la autoridad y la capacidad para influir e incluso gobernar nuestras sociedades. Es más culpable el oportunismo de los moderados que la cabezonería de los ultras. Los gobiernos que las oposiciones. Los grandes medios de comunicación que las webs marginales. O los comentaristas sin intereses electorales pero con prestigiosas tribunas a su alcance que los demagogos que se dedican a mendigar votos. Pero todos lo son: no puede haber poder sin responsabilidad, como pretende un conocido y poderoso periodista.
Cuando se convierte en una moda la difusión irresponsable de ideas erróneas y la pronunciación frívola de palabras excesivas fácilmente puede crearse el clima donde van a crecer los locos asesinos. Basta con evocar la larga historia del antisemitismo en Europa para que obtengamos las lecciones que necesitamos sobre este asunto. En muchos momentos de la historia europea los chistes y los improperios antisemitas han tenido incluso un tono chic y de moda.
Sí, la matanza de Oslo tendrá consecuencias. Debe tenerlas en la vigilancia y en la atención policiales hacia la extrema derecha, sus grupos, las webs y los lobos solitarios como Breivik. También en la vigilancia de los discursos del odio, que desbordan el territorio estricto de la extrema derecha. Y debe también tenerlas en quienes frívolamente hablan, escriben y hacen gracietas en relación a la inmigración, al islam, a los extranjeros y a la multiculturalidad para buscar el aplauso del tendido. No es tan solo Noruega quien ha perdido la virginidad. A ver si se dan cuenta algunos, normalmente muy parlanchines y ahora súbitamente enmudecidos respecto a esta matanza. Esperemos que su silencio sea para la reflexión y no una pausa antes de volver a las andadas.

sábado, 23 de julio de 2011

RUPERT MURDOCH : "DE LA BANALIDAD A LA COMPLEJIDAD DEL MAL"


Los funcionarios sumisos e incapaces de tener un criterio propio se escudaban en la obediencia debida para declararse inocentes de los delitos cometidos en el cumplimiento de las órdenes de su organización. Los millonarios arrogantes y maquiavélicos, en cambio, se escudan en la delegación de su autoridad para declararse también inocentes de los delitos cometidos sistemáticamente en sus empresas por los directivos bajo sus órdenes.
Nadie sabe nada, nadie es responsable de nada. Unos por su escaso poder y otros por su poder excesivo. Solo organizaciones muy complejas y bien entrenadas pueden alcanzar esta perfección en su impunidad.
Las responsabilidades se diluyen por todos los lados. Arriba, porque los más poderosos no van a salvar la cara a sus subordinados. Abajo, porque hay un disolvente formidable que conduce al silencio e incluso a la resignada aceptación de la culpa: el dinero, materia de la que hay en tanta abundancia en la casa como para inundar al entero departamento de policía.
Unos echan el paquete infame para arriba, los otros lo sueltan para abajo. Todos lo lamentan, pero nadie se lo queda. Pero la novedad es la subcontratación del mal. La subcontrata permite externalizar las responsabilidades: abogados, detectives, periodistas son los que cargarán con el muerto. Se puede incluir así en los costes el precio a pagar por el delito y su ocultación.
Las pruebas son escasas: hay ejércitos de investigadores privados, asesores legales y ejecutivos dedicados eficazmente a su desaparición. Las escenas, en cambio, son abundantes, trágicas unas, dramáticas otras, y de vodevil las más, y no hay forma de esconderlas: sobre todo las que implican al primer ministro y la transitada puerta trasera de su casa.
El interrogatorio de los sospechosos a cargo de los parlamentarios también tiene mucho de actuación teatral. Es parte del vodevil. Además de millonarios son unos excelentes actores, unos farsantes.
Al final, todos saben, dentro y fuera, que no se mueve una hoja de papel sin la autorización del patrono, que está en todo, gestiona directamente todos los conflictos, resuelve personalmente todos los acuerdos y cierra todos los pactos.
Lo más hilarante es que esta historia de periodismo sin escrúpulos sería una materia magnífica para un periodismo sin escrúpulos como el que está bajo la lupa. Nunca tendrá Rupert Murdoch la cobertura periodística que se merece: una como la suya propia.

viernes, 22 de julio de 2011

LA EUROPA ROTA DE MERKEL


El tiempo se agota. También los márgenes de acción. Llegará un momento, quizás hoy mismo, en que el destino del euro quedará sentenciado. Depende de Angela Merkel, la mujer más poderosa del mundo, pero también la más empecinada. Lleva un año y medio arrastrando los pies, resistiéndose a la lógica que ella misma ha defendido: si cae el euro, cae Europa. Nadie se llama ya a engaño ante la crisis de la deuda griega: el laberinto en que nos hemos metido, guiados por la creciente aversión alemana a la integración europea, solo tiene una salida, y es precisamente más integración europea. Aunque sea a costa de romper los tabúes alemanes que prohíben todo lo que signifique convertir la UE en una unión de transferencias, sea el rescate de los países en suspensión de pagos, la emisión de eurobonos o la compra por el Banco Central Europeo de deuda degradada.
La presión sobre Merkel es enorme. Si cae el euro no cae tan solo Europa: el terremoto se extiende a la economía mundial. Es lo que le faltaba a Barack Obama, en su guerra particular con los republicanos para aumentar el techo de endeudamiento y evitar la suspensión de pagos de su Administración. El Fondo Monetario Internacional no ha podido ser más explícito. “Necesitamos más Europa y no menos, y la necesitamos ahora”, han dicho varios directivos de la institución. Ahora quiere decir hoy, no mañana. También se lo ha dicho la oposición socialdemócrata alemana, que pide una “señal política fuerte y valiente”, para la que le han asegurado su voto en el Bundestag y su ayuda en las explicaciones públicas a unos ciudadanos reluctantes ante cualquier desembolso para salvar las deudas periféricas.
Mucho le ha costado a Merkel aceptar la convocatoria de esta cumbre urgente de hoy. Quiso convocarla Van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, la semana pasada, pero tuvo que pasar por la humillación de que la canciller le desautorizara y rebajara un grado más su escaso papel en la marcha de la UE. En vísperas de la reunión ha querido todavía deshinchar el souflé, para señalar que no deben esperarse medidas espectaculares de la cumbre, lo contrario de lo que espera todo el mundo, incluidos esos mercados que han castigado las bolsas, disparado los precios de las materias primas y encarecido el precio del dinero en España e Italia.
Los costes de una actitud pasiva y resistente como la de Merkel son enormes. Ya está claro que la profundidad de los recortes y de las reformas no tiene que ver directamente con la contención de la crisis de deuda. La única forma de frenarla es la federalización de las políticas fiscales y presupuestarias, es decir, la denostada unión de transferencias. La lentitud de Merkel no daña tan solo la prima de riesgo y encarece el precio del dinero de los países periféricos precisamente en el momento en que intentan salir de la crisis; afecta también a la cobertura social de sus poblaciones más vulnerables. Pero lo peor de esta resistencia alemana es que, al final, lo que está en peligro es el euro mismo y en consecuencia la capacidad exportadora de la economía alemana. Perder el euro es la ruina para todos. También para Alemania.
Ha sido un alemán, de la misma ideología que Merkel y responsable de su entrada en política, quien mejor la ha calado. Es su predecesor Helmut Kohl, a quien se atribuye una frase terrible: “Está destruyendo mi Europa”. Kohl fue el canciller de la unidad alemana, del euro y de la unidad europea; el político que entregó el marco alemán a cambio de la solidaridad europea, plasmada en el Tratado de Maastricht y, sobre todo, en los fondos para favorecer la convergencia de rentas entre los países miembros.
La Alemania de Merkel es “evasiva, ausente e impredecible”, según el diagnóstico elaborado por los expertos Mark Leonard y Ulrike Guérot, del European Center on Foreign Relations, un prestigioso think tank que sigue atentamente la evolución de la UE y que ha denunciado un creciente distanciamiento del Gobierno alemán tanto respecto a sus aliados atlánticos, incluido Estados Unidos, como respecto a sus socios europeos, sobre todo los países pequeños y periféricos. La Europa de Kohl es sinérgica: cuando uno gana todos ganan; la de Merkel, de suma cero: solo gana uno si pierden los otros. Esta dinámica es la que hay que terminar.
Había un misterio Merkel, que no quedó despejado con su reelección en 2009. No se sabía si era una Dama de Hierro como Margaret Thatcher, es decir, una ultraliberal camuflada, o la representante de una nueva derecha social, una socialdemócrata también camuflada. No es ni lo uno ni lo otro. El semanario Der Spiegel lo ha formulado en términos distintos y drásticos: “No está claro si quiere ser una mujer de Estado o la reina de la prensa sensacionalista”. Hoy lo sabremos.

CASO MURDOCH : "ENCAPSULAR EL ESCÁNDALO"


La infección que empezó en Londres amenaza al entero imperio mundial de News Corporation. Por eso hay que encapsularla, convertirla en un caso excepcional que se ha producido únicamente en un tabloide británico ya desaparecido como News of The World. Quienes hayan sido los responsables del desaguisado, más de diez directivos y cuadros del imperio, deberán pagar por sus pecados, pero es imprescindible establecer un cordón sanitario que impida la extensión de la enfermedad contagiosa.
El cierre fulminante de News of The World y la caída de Rebeka Brooks forman parte de esta estrategia hasta ahora fallida, que sufre entre otras cosas de las divisiones en el seno de la familia Murdoch acerca de las piezas que hay que ir entregando. Hay que recordar que la dimisión de Brooks se produjo pocas horas después de que la solicitara abiertamente ante los medios un accionista de la familia real saudita, el príncipe Al Walid bin Talal al Saud. De momento está triunfando la línea más conciliadora, representada al parecer por la hija del magnate Elisabeth, frente a los duros Rupert y su hijo James.
La velocidad con que se extiende la purulencia es mucho mayor que la capacidad de Murdoch y los suyos para establecer planes para cortarla. Scotland Yard se halla ya bajo los focos, después de las dos dimisiones de sendos jefes por sus responsabilidades en el escándalo: o no investigaron o miraron a otra parte cuando había que investigar, fruto de las relaciones excesivamente estrechas, contraprestaciones incluidas, entre el imperio y la policía metropolitana.
También se halla bajo los focos Downing Street. Los primeros ministros han rendido vasallaje a Murdoch, que sin ser rey ha sido hacedor de reyes. Sin Murdoch no habría Tony Blair y quizás habría habido Gordon Brown. Sin Murdoch no habría tampoco David Cameron. El poder excesivo siempre se termina pagando, sobre todo si la democracia, que es limitación de poder, sigue existiendo: no puede haber dudas al respecto sobre la británica.
Pero donde se juega el futuro del imperio es en sus medios de comunicación americanos, en Fox News y en The Wall Street Journal. Extender una protección a su alrededor es la tarea que ahora tienen encomendados sus directivos. El editor y presidente de Dow Jones, la compañía que edita WSJ, Les Hinton, dimitió preventivamente la pasada semana para evitar precisamente la contaminación. Era el presidente de una compañía subsidiaria de News Corporation dedicada a editar News of The World en los años en que se produjeron las escuchas y tiene por tanto responsabilidades y explicaciones que dar.
Ahora la prensa seria del imperio, sobre todo The Times y WSJ, intenta recuperar informativamente el caso, para que no se diga que Murdoch censura a sus periodistas y, sobre todo, para evitar la extensión de la infección. Si algo descalifica a Murdoch en su credibilidad como editor y propietario de cadenas de información es que no está en disposición de narrar lo sucedido con toda objetividad. De ahí sus esfuerzos por demostrar lo contrario, acompañados, eso sí, de editoriales exculpadores como el que publicó ayer el WSJ.
Si el caso salta el Atlántico lo que puede estar en juego es mucho más que el propio imperio mediático. La movida conservadora americana, el Tea Party e incluso el partido republicano, serían muy distintos sin el activismo de Fox News y los numerosos programas protagonizados por personajes con pretensiones políticas como Sarah Palin, Micke Huckabee, Newst Gingrich o Rick Santorum. Murdoch tiene en su haber muchos méritos a favor de la causa conservadora en todo el mundo, incluido su apoyo a los comunistas chinos. Se entiende que su caída se llevaría por delante muchas más cosas que sus intereses multimillonarios y los de su familia.

domingo, 17 de julio de 2011

PERIODISMO : EL VIEJO Y BUENO OFICIO ESTA DE ENHORABUENA

Lo habían dado por superado, liquidado, muerto. Sus enemigos habían declarado con feroz alegría su definitiva desaparición. El viejo negocio de las noticias había entrado en bancarrota. Las nuevas formas de comunicación iban a extinguir a los arcaicos diplodocus. La corrección antigua que obligaba a verificar las noticias, a presentarlas decentemente, a ponderar todos los puntos de vista y a ofrecerlas con equilibrio e independencia de criterio serían sustituidas por formas mucho más toscas pero más directas y provechosas de comunicarse, sin tanta comprobación ni remilgos. La autoridad de los articulistas y corresponsales, con años de especialización y experiencia periodística, iba a ser sustituida por el ejercicio ciudadano de un nuevo tipo de periodismo a disposición de todos y por una transparencia informativa suscitada por las nuevas herramientas informáticas. Así es como parecía extinguirse el periodismo, pillado en una pinza entre el cinismo de los negocios y la ingenuidad de los activistas, el dinero y las redes sociales, los poderosos y las nuevas generaciones.
Todo era mentira, espejismo de un tiempo confuso o ilusión de una utopía negativa. Primero fue el golpe de Wikileaks, cuando el viejo periodismo se mostró imprescindible y los grandes periódicos tradicionales, los 'main stream media', pieza fundamental en la difusión y organización de las filtraciones más espectaculares de la historia. Luego ha sido el caso Murdoch, de cuya insondable profundidad nada puede decirse todavía, que nos ha mostrado a la prensa sensacionalista y al grupo de medios más importante del mundo como ídolos con pies de barro, o tigres de papel, si queremos recordar una vieja terminología maoísta.
En ambos casos, salidos de la matriz anglosajona del oficio, también han sido medios anglosajones los que han hecho de horma de su zapato a quienes iban a liquidar a la prensa clásica, para sustituirla en un caso por el periodismo pretendidamente científico, que supondría volcar en bruto los datos y documentos secretos para que el público dispusiera de ellos, y en el otro por un periodismo concebido como un negocio por encima de cualquier valor moral, autorizado a interferir en la vida de las personas, sobornar a funcionarios públicos y erigirse en un poder superior a cualquier otro poder y fuera de cualquier control.
The Guardian y The New York Times son las cabeceras clásicas que nos permiten celebrar hoy el triunfo del periodismo de siempre sobre la impostura, la sensación, la manipulación y el inmoralismo. El periódico británico, que tuvo un papel central en la organización de las filtraciones de Wikileaks, ha sido quien ha venido explicando las informaciones sobre las escuchas ilegales realizadas y promovidas desde la redacción del diario The News of the World. Una historia memorable del magazinesemanal del NYT ha tenido también un papel decisivo a la hora de desvelar las implicaciones de los directivos de News Corporation en las prácticas ilegales.
Pero esta historia tiene también un protagonista, un periodista que ha tenido un papel central en el caso Wikileaks y lo ha tenido también en la investigación del caso Murdoch. Se trata de Nick Davies, periodista de investigación de The Guardian, y autor de un libro, titulado Flat Earth News, altamente recomendable como acompañamiento a todos estos acontecimientos, en el que ya podemos leer abundante argumentación sobre el escándalo de News Corporation. En su prólogo, Davies empieza diciendo que “perro no come perro” ha sido la regla de siempre en Fleet Street (la calle londinense de la prensa), pero termina deseando, después de abundante argumentación sobre la necesidad de informar y controlar los propios medios, que “perro coma a perro”. Estos días ha hecho una brillante y eficaz demostración de que su deseo se ha hecho plenamente realidad.

sábado, 16 de julio de 2011

EL NUEVO 2011 Y UNA SOCIEDAD CON MUY MALAS COSECHAS

No son buenos tiempos para los emperadores. Los dueños y señores de dominios con pocos o nulos límites y controles pasan por un mal momento. Caen a puñados, como la fruta del árbol cuando llega la estación. Les sucede a las más rancias dictaduras, pero también a las multinacionales o a las instituciones internacionales. Allí donde hubo un poder sin contestación crece la semilla de la rebeldía.
Algunos buscan la explicación para esta plaga antiautoritaria en la eficacia vírica y la rapidez frenética de las redes sociales, que permiten difundir denuncias, organizar protestas y acorralar a los poderosos como no se había visto en los últimos cuarenta años. Pero el recurso al fetiche tecnológico parece insuficiente. La tecnología es reversible: también la utilizan las dictaduras para controlar a los ciudadanos.
Una explicación con mayores pretensiones es la que recurre al cambio generacional. Como ha sucedido en otras ocasiones en la historia, en los años sesenta por ejemplo, se ha producido la irrupción casi por sorpresa de unas nuevas cohortes de edad y unos grupos humanos emergentes escasamente dispuestos a aceptar la transmisión pasiva y resignada del actual estado de las cosas por parte de sus mayores.
Al cóctel efervescente que forman tecnología y juventud le falta un ingrediente tradicional para que obtenga una cierta potencia explicativa. Es la economía. Desde el rasero de la vida diaria, este ingrediente explosivo puede ser la subida de los precios de las materias primas y concretamente de los alimentos. Desde la geopolítica, es el desplazamiento de poder económico y político que se está produciendo en el mundo, que empobrece a las clases medias europeas y fragiliza su Estado de bienestar, en correspondencia con la aparición de unas clases medias en los países emergentes.
Pero falta aún un destello final para que el cóctel tenga un efecto fulgurante. Es la cereza de una pasión clásica y antigua como la soberbia, que ciega a quien la sufre, hasta hacerle creer que su tiempo es infinito, y su poder, inagotable. Los tiranos árabes caídos y por caer confirman la fórmula. Todos ellos se creyeron tan poderosos como para crear una dinastía que perpetuara su poder y su riqueza corrupta. Y todos ellos creyeron e hicieron creer que eran invulnerables.
África casi entera y la mitad del continente euroasiático están llenos de candidatos para engrosar esta lista. Pero no solo. Un mal muy similar aqueja también a otros emperadores, dueños de unos dominios modernos y globalizados que escapan a los esquemas estatales aunque cuenten con más poder e influencia que muchos Estados representados en Naciones Unidas. Ahí está Rupert Murdoch para demostrarnos con su desplome que en la cosecha de 2011 también cabe el patrono de medios más poderoso del mundo.

AFGANISTÁN / PAKISTAN : NUEVO PAQUETE DE EXPLOSIVOS

En Afpak hay de todo: talibanes, Al Qaeda, armas nucleares, mafias tribales, campos de amapolas, tropas extranjeras, emboscadas guerrilleras contra las tropas de la OTAN, asesinatos selectivos con aviones no tripulados estadounidenses, Gobiernos que gobiernan poco y mal, tráfico ilícito de capitales, autoridades corruptas, madrasas fundamentalistas, mujeres con burka.
Hay más cosas que nada tienen que ver unas con otras, por una razón muy sencilla: Afpak, sigla que une los nombres de Afganistán y Pakistán, no existe, ni ha existido nunca, salvo en los papeles del Departamento de Estado y de la Casa Blanca. E incluso su existencia virtual es y será cada vez más débil, a medida que se vaya hundiendo la estrategia que puso en marcha esta denominación.
Afpak debe su precaria existencia a la actual presidencia de Estados Unidos. Barack Obama no criticaba a George Bush únicamente por su guerra de Irak, sino que incluía la escasa atención prestada a la guerra de Afganistán y la ausencia de una estrategia regional que comprendiera a Pakistán. La rectificación conducía a salir de Irak, desplazar los esfuerzos militares a Afganistán y abrir un capítulo nuevo que atacara las causas de la inestabilidad crónica en la frontera afgano-paquistaní.
Dos razones justificaban, junto al desplazamiento de esfuerzos, la creación de un paquete que abarcara a los dos países. No se podía ganar la guerra de Afganistán sin la colaboración de Pakistán: sus poderosos servicios secretos crearon la guerrilla talibán que venció a los soviéticos y nunca han dejado de jugar a dos barajas, con los aliados occidentales y con los grupos terroristas, Al Qaeda incluida. Esta es la segunda razón: Bin Laden se guarecía en Afpak, quién sabe si en la zona fronteriza entre los dos países o incluso más adentro de Pakistán.
El primer objetivo, conseguir algo parecido a la victoria en Afganistán, ha quedado descartado. Y ha sido el segundo objetivo ya alcanzado, liquidar a Bin Laden, el que ha echado una mano al primero y permitirá a Washington presentar la retirada como un movimiento digno y vencedor. Descabezada Al Qaeda, la organización enemiga en la guerra contra el terror, es más fácil poner fecha en 2014 para empezar a salir de Afganistán y proclamar cumplidos los objetivos. Con un problema adicional y creciente: los talibanes se están encargando de desmentirlo tantas veces como pueden con sus atentados y ahora con el asesinato de Ahmed Wali Karzai, el hermano del presidente afgano y buen aliado de los servicios secretos estadounidenses.
Tras el asalto de Abbotabad, el inexistente Afpak ha dejado de existir del todo. Estaba compuesto por un país sin Estado como Afganistán, que no lo ha tenido nunca y que ha sido secularmente una trampa para elefantes, es decir, para los imperios; y por otro, como Pakistán, que se ha convertido, según expresión ya consagrada por la diplomacia y el periodismo “en el país más peligroso del mundo”. Ambos seguirán exactamente igual durante muchos años.
El escaso prestigio de EE UU en la región, tras esta década bélica, ha caído todavía más, especialmente en los dos últimos años de la estrategia Afpak. Según el Pew Research Center, un 63% de los paquistaníes desaprueba la muerte de Bin Laden; un 73% tiene una mala imagen de EE UU, al que un 69% considera un país enemigo; y un 68% desconfía de Obama. Un dato que explica buena parte del problema es que para un 57% de los paquistaníes India es la mayor amenaza para su país, frente a un 19% que considera que son los talibanes, y solo un 5% Al Qaeda.
Lo más explosivo del paquete abandonado de Afpak no es donde todo empezó, Afganistán, sino de dónde debía llegar la solución, Pakistán, antaño un estrecho aliado de Washington, que desde la guerra fría ha ido alejándose cada vez más de las capitales occidentales. EE UU le va a cortar más de un tercio de la ayuda militar. Las relaciones siempre difíciles con el Inter Service Intelligence, sus servicios secretos, y con sus militares se hallan en un punto de máxima tensión después de la liquidación de Bin Laden. Pakistán sigue con sus armas nucleares de dudoso control y con una creciente inestabilidad política que hace temer por las manos que puedan controlarlas algún día.
Afpak no existe, pero es un paquete altamente peligroso: el fuego prende en la mecha afgana, pero los explosivos son paquistaníes.

jueves, 14 de julio de 2011

LOS MONOPOLIOS DE PRENSA : "UN PODER POR ENCIMA DE OTRO"

La responsabilidad es del general. No de sus soldados ni siquiera de sus comandantes. Quién ha dado las órdenes, ha impuesto estos códigos de guerra y ha establecido estas costumbres es el jefe supremo de estos ejércitos. Ahora los tribunales pueden caer sobre alguno de sus más osados peones o alguno de los capitanes más descarados, pero el mérito de las victorias y de las derrotas, así como de las armas utilizadas en estos combates es enteramente suyo.
Estas son las artes oscuras del periodismo, los métodos sucios que desbordan las fronteras legales y éticas. Todos los periodistas que se han acercado a este ejército saben cómo funcionan las reglas de juego: no existen, lo único que vale son las noticias que uno obtiene con total independencia del método utilizado para conseguirlas. Todo entra en este repertorio en el que la obtención de los fines justifica cualquier medio: engañar, falsificar, robar.
Decir que es periodismo sensacionalista es quedarse muy corto: se puede hacer sensacionalismo atendiendo a un cierto código de la comprobación y de la verdad, unas reglas de juego y unas mínimas normas de decencia. También nos quedamos cortos si atendemos a la calificación de periodismo-basura. Si tenemos fast-food, comida repugnante que produce adictos, obesos y enfermos, ¿por qué no debiéramos contar también con una alimentación de la misma ínfima calidad para nuestra mente? La metáfora es buena, pero insuficiente. Sirve para comprender parte del fenómeno, pero no agota, ni mucho menos, la profundidad del mal que tiene que describir. El producto es basura, pero los objetivos que se persiguen son algo mucho peor y mucho más serio.
Tampoco sirve su calificación como una colusión entre políticos y periodistas o editores de medios. La hay, y en grado sumo, sobre todo por parte de los políticos británicos. Pero el problema que representa Murdoch tiene todavía más cuajo. Estamos hablando de un poder global con capacidad de influencia e incluso de decisión en países cruciales como son Estados Unidos y Reino Unido. Y de un conglomerado de medios en el que cabe todo, desde el periodismo convencional hasta el sensacionalista, y también la basura, claro, que sale de su factoría en mayores cantidades y con mayores facilidades que de cualquier otro conglomerado de medios.
Como todo poder que desborda fronteras la única ley ante la que está dispuesto a inclinarse es su propia ley, la que el patrono impone en defensa de sus intereses. Las leyes nacionales están para ser eludidas. A los gobiernos hay que situarlos en posición de debilidad, ayudando primero a ganar las elecciones a los amigos y luego sometiéndoles a una constante presión para obtener favores, licencias y mejores posiciones de poder e influencia.
Murdoch manda más que muchos gobiernos, pero además ha querido y a veces conseguido mandar más que los gobiernos de Su Majestad británica. Hay muchas cosas del mundo tal como es hoy mismo en las que Murdoch ha dejado huella: la posición de Londres contra el euro no se entiende sin Murdoch, la fuerza del Tea Party, la polarización de la política estadounidense, la guerra de Irak o el respeto enorme que suscitan las autoridades comunistas chinas entre los medios de comunicación conservadores.
Un poder por encima de cualquier otro poder es un peligro público. Alguien que puede sobornar policías, ganar elecciones, hacer y deshacer gobiernos, arruinar carreras políticas y marcar la entera agenda política mundial supera cualquier cosa que hayamos visto hasta ahora en la historia de los medios. Sólo la concentración de poder mediático y político conseguida por Berlusconi, con la salvedad de que en este caso se circunscribe a Italia, se acerca en algo a lo conseguido por Rupert Murdoch a nivel global.
News Corporation es un poder trasnacional superior al de muchos estados e instituciones internacionales; una de las más concretas muestras de cómo funciona el poder en el nuevo mundo global, desplazado cada vez más hacia Asia, pero estructuralmente hacia entidades no estatales que escapan a todo control y escrutinio democrático, eso en el caso en que no se dediquen directamente a combatir cualquier forma de legalidad y de democracia. Y el percance sufrido ahora por Murdoch con las escuchas ilegales organizadas por sus directivos británicos es solo un caso ejemplar de hybris, el exceso arrogante de un poder sin límites, que conduce a la perdición de quien no tiene la capacidad para limitarse a sí mismo cuando los otros ya han renunciado a hacerlo.

lunes, 11 de julio de 2011

LA CHINA COMUNISTA Y LA APOTEOSIS DE LA DINASTÍA ROJA

La fortuna del comunismo es extraña y contradictoria. Apenas quedan unas pocas reliquias del sistema que retó al capitalismo en el siglo XX, pero el mayor partido comunista del mundo sigue creciendo y ocupando todo el poder en el país también más poblado. No significa que el ideario comunista siga avanzando, sino exactamente lo contrario. Ese partido comunista tan fuerte y numeroso es también el partido capitalista más serio y eficaz del planeta: ninguna otra organización política ha hecho un trabajo tan sistemático para aplicar la economía de mercado en su país, sacándolo de una economía de Estado y fabricando riqueza, multimillonarios y clases medias. Esta organización no es tan solo extraordinaria como partido capitalista, sino que lo es simplemente como partido. No hay ningún otro caso actual o pasado de una tan potente y nutrida organización política, condición alcanzada gracias a su monopolio dictatorial y como ineludible trama de ascenso social y económico.
El primero de julio, este partido ha empezado las celebraciones de su 90º aniversario, de los cuales lleva 62 en el poder. El Partido Comunista de China es hijo directo de la revolución soviética de 1917, que condujo a los bolcheviques a promover la escisión de fracciones comunistas en los partidos socialdemócratas o a fundarlos allí donde no los había. Ese fue el caso de China, donde fueron unos enviados de Moscú los que promovieron la organización de los primeros comunistas. Pero la fecha perfecta para la celebración es la del congreso, porque entre los 12 delegados reunidos en una escuela de Xintiandi, un céntrico barrio de Shanghái, ya estaba el santo fundador Mao Zedong, en aquel momento un mero delegado de la provincia de Hunan. Aquellos congresistas representaban a poco más de 50 militantes de toda China, mientras que ahora el partido tiene 80 millones de afiliados.
La celebración actual, en pleno ascenso económico y geopolítico, es una excelente ocasión para que la dinastía imperial que ha sacado a China de la dominación colonial y de la miseria, la ha modernizado y ahora la está convirtiendo en una superpotencia se reivindique a sí misma. No es una dinastía familiar, sino una organización política asociada a una historia, a unos símbolos y a una figura, Mao Zedong. El color rojo de sus viejas y superadas ideas fundacionales son ahora una mera distinción ceremonial respecto a las dinastías imperiales anteriores. Pero su única ideología es su mantenimiento exclusivo en el poder para restablecer la centralidad milenaria de China en el mundo. El politólogo chino afincado en Estados Unidos Minxin Pei ha señalado maliciosamente que ningún partido ha conseguido en la historia sobrepasar las plusmarcas del PRI mexicano (71 años ininterrumpidos en el poder) o del PCUS (74). Sucederá entre 2020 y 2023.

sábado, 9 de julio de 2011

LAS GUERRAS TECNOLOGÍAS Y "EL ARTE DEL ASESINATO"

Sin guerreros no hay guerra. El viejo arte de la guerra se asoma al abismo cuando uno de los dos bandos combate sin soldados y, por tanto, sin riesgo para las vidas de sus combatientes. Eso es lo que está en trance de ocurrir en virtud de la tecnología. Las guerras asimétricas, surgidas tras la guerra fría, evolucionan hacia el desequilibrio absoluto entre un poder letal omnipresente y omnisciente y los Estados gamberros, grupos terroristas, mafias o pandillas de delincuentes.
Esta guerra que ya no es tal es la respuesta a la asimetría en su aspecto más elemental, como son los IED (Improvised Explosive Devices), nombre que se da a las bombas-trampa tendidas por la guerrillas iraquíes y afganas al paso de las patrullas extranjeras. Peter W. Singer, un gran experto en guerra tecnológica, lo cuenta en su libro Wired for War, donde recoge esta opinión sobre la experiencia de Irak: “El robot es la respuesta a la bomba suicida”.
Pero el resultado final, una panoplia de máquinas que sustituyen al soldado y permiten actuar a distancia, conduce a la restauración de la disuasión que las guerras asimétricas erosionaron. Recordemos las experiencias de Israel en Gaza y Líbano, donde la victoria del más poderoso se reveló imposible y el más débil consiguió el éxito político que significa neutralizar la capacidad disuasiva del más fuerte.
El robot protagonista de este tipo de guerra, por su carácter emblemático, pero también por su función, es el dron, el avión no tripulado que capta imágenes, marca objetivos con láser, lanza misiles o en el futuro atacará a individuos concretos con medios letales personalizados. La guerra novísima funciona gracias a la red digital que permite recolectar y procesar en tiempo real informaciones e imágenes y al uso de robots terrestres, marinos y aéreos. Los dos primeros son esenciales para la desactivación de explosivos y tareas de apoyo a las tropas convencionales. Pero los drones son únicos en su alcance y capacidad letal.
Como en toda tecnología, hay una cara luminosa que no cabe sustraer a la reflexión. Las redes y los robots son instrumentos civiles de gran valor en catástrofes, incendios y accidentes, ordenación y regulación de tráfico y navegación o vigilancia de fronteras y actuaciones policiales perfectamente legales. Pero en ninguno de estos usos producirán cambios como los que estáya se están notando en los escenarios bélicos.
La metamorfosis de las guerras conduce a la desaparición de la ocupación convencional del territorio y su sustitución por la acción de los drones a partir de los datos obtenidos por agentes secretos o por la colaboración de grupos guerrilleros o ejércitos nacionales amigos, sin necesidad de desembarcar soldados propios sobre el terreno.
La novísima guerra no necesita ser declarada. Y si no empieza, tampoco termina. Ni siquiera debe estar en manos de los ejércitos; basta con que se hagan cargo los servicios secretos. Quienes dirigen y preparan las máquinas ya no son militares en sentido estricto. Tampoco quienes dan las órdenes, que en buena lógica debieran ser políticos con autorización legal para hacerlo. Plantean en todo caso enormes problemas políticos, morales y legales, sobre todo respecto a la legislación internacional.
El mercado de los drones ha dado pie a una nueva carrera de armamento, en la que contar con capacidad para fabricar y comercializar es parte de la exhibición de poder de una superpotencia. Estados Unidos está largamente en cabeza; con Israel, pionera en los asesinatos selectivos y en tecnología, en segundo lugar. China va lanzada y no quiere perder comba. Tampoco Rusia o India. También entrarán en acción corporaciones privadas: estas tecnologías son terreno propicio a las subcontratas. La proliferación de esta tecnología plantea nuevos problemas de seguridad de alcance insospechado. Aunque no estemos en guerra, el uso de estos robots puede desarrollar una violencia infinita.
Con Bush llegó la guerra preventiva, unilateral y sin cobertura internacional, la legalización de la tortura y la monstruosidad de Guantánamo. Obama quiere emplear los ejércitos para guerras legítimas, decididas multilateralmente y con cobertura de Naciones Unidas, ha prohibido la tortura y, aunque todavía no haya podido cerrar Guantánamo quiere hacerlo, entregando los sospechosos a la justicia. Uno empezó dos guerras y el otro las termina, pero mantiene e incrementa esa guerra mucho más eficaz, que no es tal ni tiene nombre, y cuyo peso recae casi entero en la CIA: en Pakistán, Afganistán, Irak y Yemen, y últimamente Somalia y Libia. Así es como el arte de la guerra se va convirtiendo en el arte del asesinato. Selectivo, por supuesto.

miércoles, 6 de julio de 2011

HUGO CHAVEZ Y EL "VIVA YO"

El milagro del poder personal es que su carencia de límites alcanza incluso a los usos del lenguaje. Quien tiene todo el poder posee también la capacidad de dar sentido distinto y peculiar a las palabras. Puede invertir incluso los flujos del sentido. Si el enemigo y el adversario pueden ser identificados con bacterias, plagas o enfermedades, ¿por qué no sería posible tratar a la enfermedad literal, al cáncer por ejemplo, como si fuera un enemigo imperialista al que hay que vencer? Si el caudillo posee la capacidad casi física de presentarse como la encarnación humana de la patria, ¿qué le impediría convertir a la patria en el cuerpo terrestre sobre el que se producen las batallas biológicas entre la vida y la muerte? Si el jefe carismático es también la síntesis de la historia, ¿cómo no concebir una historia que sea la expresión de la vida del jefe carismático?
Un cáncer de colón o de próstata, civil y humano sufrimiento que padecen muchísimas personas hasta que los médicos consiguen su curación o hasta la muerte, se convierten alojados en el cuerpo del caudillo en metáfora política e histórica en la que se sintetiza el maniqueísmo de una dialéctica colectiva liberadora. Ante tal acontecimiento planetario, no hay más remedio que convocar a las masas soberanas para que acudan en auxilio de su jefe, solicitar su aclamación, aliviarse con los gritos de rigor y los mantras destinados a ahuyentar a lo malos espíritus de las células cancerosas. Así es como los padecimientos y las miserias de un cuerpo enfermo adquieren el dramatismo de los combates de la historia en los que la humanidad se supera a sí misma y alcanza nuevos estadios en su emancipación.
La escenificación de estos combates gloriosos llega con el histrionismo de Chávez a cimas inigualables, en las que todos los abusos del lenguaje son posibles y todos los sincretismos, religiosos y políticos, obligados. Los ídolos disponibles desfilan en esta ceremonia: el dios de sus padres, el manto de la Virgen, los espíritus de la sabana, la Vida de ‘gracias la vida que he amado tanto’, Simón Bolivar por supuesto y Fidel Castro, convertido en comandante de las legiones venezolanas y cubanas de médicos que combaten en esta batalla. El caudillo enfermo hace ondear y besa la bandera, levanta el puño en alto, hace la señal de la cruz, saluda militarmente y termina de cantor y director del coro del pueblo que entona el himno nacional.
Está en el Balcón del Pueblo. ¿Y qué se hace desde el balcón del Pueblo? Vitorear a grito pelado: a Fidel, a Cuba, a la Vida. ¿No falta nadie? Sí, finalmente, a sí mismo: el enfermo que ha rondado la muerte grita ¡Viva Chávez!. Es lo mínimo que puede desear un enfermo aquejado de una enfermedad mortal, seguir viviendo. Es lo que da mayor sentido a una convocatoria así: viva yo. Andrés Oppenheimer, muy agudamente, ha llamado a ese fenómeno narcisismo-leninismo.

lunes, 4 de julio de 2011

FRANCIA : "LA REPÚBLICA DE LAS MUJERES"


Pocas instituciones están mejor adaptadas al machismo secular como la presidencia de la República Francesa. Las mujeres en el Elíseo han sido siempre esposas. O amantes. Nunca personas a cargo de la máximo poder ejecutivo, un cargo dotado de mayores poderes que cualquier otra presidencia en Europa. La dulce Francia, el país que dio al feminismo un enorme impulso literario e intelectual, es uno de las naciones europeas donde menos ha avanzado la paridad entre hombres y mujeres.
No ha habido jamás una mujer en la presidencia del Senado, la segunda magistratura del Estado, que sustituye al presidente de la República en caso de muerte. Tampoco en la presidencia de la Asamblea Nacional, la cámara baja legislativa. Ni siquiera en la cúspide del Consejo Constitucional o del Consejo de Estado se ha sentado jamás una francesa. Todo ello muy en consonancia con la escasa representación de las mujeres en sus instituciones parlamentarias, que sitúa a Francia entre los peores de Europa. Sólo una mujer, Edith Cresson, ha sido primer ministro, un cargo que no equivale exactamente al del mismo nombre en otros países precisamente por el protagonismo asfixiante del presidente, y lo fue durante unos brevísimos y polémicos once meses entre 1991 a 1992.
No han faltado mujeres que hayan bregado por la presidencia desde 1974, pero hasta 2007 lo han hecho en candidaturas testimoniales. La única que consiguió romper el techo de cristal y pasar a la segunda vuelta de la elección presidencial, en la que se enfrentan solo los dos candidatos mejor situados, fue Ségolène Royal, a la que veremos de nuevo luchando por la nominación socialista como candidata en 2012, después de tumbar en 2006 a dos machos-alfa de la política como el ex primer ministro Laurent Fabius y el ahora procesado y bajo arresto domiciliario Dominique Strauss-Kahn (DSK) y caer a continuación severamente derrotada ante Nicolas Sarkozy por más de seis puntos de diferencia.
Royal venció entonces en una elección en la que pudieron participar todos los militantes del partido socialista, pero ahora deberá someterse a unas primarias abiertas, a las que podrán concurrir todos los franceses que firmen la adhesión a una carta de principios de izquierda y aporten un euro con su voto. El modelo por el que han optado los socialistas franceses, a imitación del Partito Democrático italiano, tiene la pretensión de acercar el procedimiento a las primarias estadounidenses, de forma que se pueda agrupar en torno a una candidatura a todos los votantes de izquierda, más allá del PS.
Royal se enfrentará a un buen puñado de candidatos, muchos sin probabilidad alguna de vencer, pero al menos habrá dos que pueden quitarle la nominación. Quienes tienen mejores sondeos son su ex pareja François Hollande, secretario general del PS en el momento de la elección presidencial de 2007 y del que se separó después de la derrota, y Martine Aubry, la hija del ya legendario Jacques Delors, que le arrebató la secretaría general de los socialistas en 2008 por un puñado de votos. Esos tres candidatos socialistas a las primarias cuentan en estos momentos con encuestas que les sitúan en mejor posición que a Nicolas Sarkozy. Pero lo más destacado es que otra mujer, segura candidata a la elección presidencial, cuenta también con buenas expectativas de voto que la igualan con Sarkozy. Se trata de Marine Le Pen, la hija del ultraderechista Jean-Marie Le Pen y actual presidenta del Frente nacional, que bien podrían superar a Sarkozy en la primera vuelta y enfrentarse a otra mujer, Aubry o Royal en la definitiva.
Aunque la final no sea enteramente femenina, habrá muchas mujeres en liza en todo el proceso que conducirá a la elección presidencial, empezando por las primarias socialistas programadas para el 9 de octubre de 2011 en primera vuelta y el 16 en segunda. Todo este despliegue de diversidad de género no se hubiera producido sin la caída a los infiernos del arcángel de la economía mundial que fue DSK como director gerente del Fondo Monetario Internacional. Era un candidato tan sólido y tan seguro, con capacidad para agrupar a la izquierda, recoger votos del centro e incluso de la derecha, el rassemblement tan apreciado por los franceses, que hubiera convertido en ociosas las primarias socialistas.
La detención y proceso a DSK tiene que ver con las zonas más oscuras y profundas del machismo político francés y del mismo Fondo Monetario Internacional, organización en la que 23 hombres han examinado a la primera mujer que se presentaba como candidata a ocupar su máximo puesto ejecutivo. Por eso ese día en que Martine Aubry anuncia su candidatura y la ministra de Economía Christine Lagarde obtiene el puesto que había ocupado DSK constituye todo un hito para Francia, para el FMI y para la república de las mujeres.

domingo, 3 de julio de 2011

ESPAÑA Y EL "ESTADO" DE LAS COSAS


Si uno explica el estado de la nación por el estado de Europa y del mundo, al otro nada le interesa de lo que sucede en Europa y el mundo para explicar el estado en que se encuentra la economía española. Ante la crisis más devastadora desde los años 30 y el reto político más amenazador con que se enfrenta la Unión Europea, lo único que al final interesa a uno y otro es el estado del calendario político, defendiendo uno su derecho e incluso obligación a agotar la legislatura y el otro la necesidad de esas elecciones que deben darle, como un regalo que se obtiene sin esfuerzo, la llave del Gobierno.
Todo se cifra en un extraño concepto de la confianza política, concebida como la gasolina que se necesita para contar con el depósito lleno antes de salir de viaje. Usted la ha agotado, dice uno, y tiene que convocar elecciones. Nada ha hecho ni propuesto usted para ganársela, le dice el otro, y de momento tendrá que esperar a que venza el plazo de la legislatura para que caiga en sus manos la fruta madura. Nada nuevo que no hayan escuchado los ciudadanos decenas de veces, cumplimiento exacto de un ritual en el que la única sorpresa es la exactitud con que cada uno de ellos han recitado su papel, con el punto de indolencia con que los viejos actores recitan su parte repetida hasta el aburrimiento.
Y sin embargo, sí hay una novedad respecto al estado de estos dos actores tan habituados a su intercambio sobre las tablas. El primero no seguirá con su primer papel en la próxima ocasión en que se represente de nuevo esta escena de la nación que revisa su estado. Y el otro se siente y se sabe definitivamente destinado a sustituirle, impulsado por una fuerza que exige pasividad y discreción. Sólo sus errores podrían dañarle, como sería descubrir sus cartas precipitadamente o dejar que se desbordara la euforia desbordante que cunde en sus filas. Por eso, a pesar de esas novedades, uno y otro deben mantenerse impávidos en la ficción: el primero como si tuviera el control de las cosas y del calendario y el segundo como si su destino se jugara en las urnas y no estuviera absolutamente convencido de que se halla ya mecánicamente determinado, como en el funcionamiento de una máquina expendedora.
El estado de la nación es ante todo el estado del calendario. Nada tiene que ver al final con el estado del mundo, pero es precisamente el estado del mundo y no el estado de estos dos viejos actores tan vistos por el público lo que puede torcer y cambiar el calendario. El estado de Zapatero es el de quien quiere despedirse airosamente y el de Rajoy el de quien desea empezar discretamente, por lo que es difícil que en los suyos no se transparenten respectivamente la melancolía de la despedida y el nerviosismo de la inminencia.
Aunque todos los medios de comunicación dediquen sus mejores espacios a esta ceremonia, el estado en que aparece la nación es al final de las cuentas de desconexión del estado del mundo y del estado de la calle, y sobre todo del estado de Grecia, que es donde de verdad se juega el estado de las cosas. Al final, por tanto, todo termina en una nueva exhibición de la capacidad de levitación de las instituciones representativas.

sábado, 2 de julio de 2011

EUROPA Y MEDIO ORIENTE / "LA ACCIÓN DEL DERECHO"


El futuro del multilateralismo no se juega en un único tablero. Afortunadamente. Si no se avanza en uno, al menos es posible avanzar en el otro. Eso es lo que está sucediendo con la guerra de Libia. La vorágine que está disgregando el más mínimo sentido de unión entre los europeos amenaza con convertir la intervención militar de la OTAN en el país árabe en un embrollo muy difícil de desentrañar. Hubo dos victorias iniciales que suscitaron esperanzas renovadas: la primera, y la más importante, que las amenazas asesinas de Gadafi, prometiendo perseguir a los rebeldes de Bengasi casa por casa, quedaran frenadas por la acción de la OTAN; y la segunda,que Naciones Unidas reactivara de nuevo el derecho de injerencia para proteger a una población en peligro con las resoluciones 1970 y 1973 del Consejo de Seguridad, conseguidas gracias a la abstención de China y Rusia, dos superpotencias con derecho de veto que no quisieron ejercerlo.
La gestión política de esta crisis, con Estados Unidos dirigiendo “desde atrás” y Europa sin dirección ha conducido al actual bloqueo de la guerra y, lo que es peor, a una nueva crisis del multilateralismo, puesto que nadie se atreve a buscar nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad, ni con referencia a Libia ni mucho menos todavía en relación al régimen criminal de Siria, todavía protegido por Moscú y Pekín.
La responsabilidad de proteger aparece así como una flor que no hace verano. Eclipsada durante la década perdida por Bush y sus neocons, ha reaparecido de nuevo frente a Gadafi con motivo de la primavera árabe. Pero, a lo que se ve, para eclipsarse inmediatamente después, dejando escasas esperanzas de que vuelva a instalarse como una buena costumbre multilateral en un mundo bien necesitado de ella por la gran cantidad de tiranos que osan atacar a sus propias poblaciones. Aunque es muy probable que el caso libio pueda significar el canto del cisne del derecho de injerencia, queda sin embargo un pequeño resquicio de esperanza en la decisión de la Corte Penal Internacional de La Haya de lanzar un mandato de detención por crímenes contra la humanidad contra Muhamar el Gadafi, su hijo Saif al Islam y su jefe de los servicios secretos Abdulá el Sanusi.
El derecho es el que ha construido a la Europa actual , incluyendo en ella no únicamente a la UE sino a todo lo que son instituciones multilaterales, Consejo de Europa entre otras. Cuando la política falla, como está fallando en la UE, la OTAN y todos y cada uno de los países que cuentan, el derecho puede mantener la llama ardiendo, que es lo que han hecho los magistrados del tribunal al aceptar la petición del fiscal Moreno Ocampo para procesar a los tres libios criminales. No deja de ser un buen aviso para navegantes.

LA EUROPA ACTUAL ... " UN FUTURO INCIERTO "


La crisis devoradora que mantiene en vilo a la UE nos hace olvidar con frecuencia el punto al que ha llegado la construcción europea. Con la agónica resolución de la crisis de solvencia griega, que amenaza con arrastrarlos a todos, euro incluido, los europeos ya no están para nada. Y como a los enfermos graves, todo les molesta en su lecho de dolor. Esas revueltas árabes que merecen tanto entusiasmo como la caída del comunismo se ven con avara reticencia por las consecuencias migratorias, las exigencias inevitables en apertura de fronteras a sus productos agrarios y el generalizado temor a la mudanza en tiempo de turbación.
Todo lo que les sucede tiene causa en una sola y potente razón: el poder, la influencia y las rentas se están desplazando hacia otras zonas del planeta. Y todo, incluyendo el clamor indignado de las clases medias desposeídas, se explica porque el nuevo reparto del pastel los va a dejar con una ración más corta. Parece claro que Europa no regresará hasta que la crisis haya pasado del todo. Si regresa. Es decir, si no queda relegada en la irrelevancia.
sus instituciones, recién remozadas por el Tratado de Lisboa, que entró en vigor en diciembre de 2009, se difuminan en una espesa noche de niebla. Ahí están esas figuras perdidas en la grisalla: el presidente del Consejo Europeo, ese señor belga que tan bien lo hacía cuando era primer ministro, de nombre Herman van Rompuy; esa dama inglesa, lady Ashton, ausente de cualquier reunión decisiva en la que Europa pueda estar convocada; por no hablar del servicio exterior europeo, el mayor cuerpo diplomático del mundo, que ya debe estar a pleno rendimiento pero del que se desconocen hechos y hazañas.
El brillo se ha perdido también en las presidencias semestrales, momento en que los países de mayor tamaño y los líderes con más vocación intentaban enderezar un poco las cosas. El Tratado de Lisboa les restó márgenes para ofrecérselos a los nuevos cargos, pero su cobertura con personas de bajo perfil los ha dejado descabezados. También han contribuido las presidencias de turno que el azar ha encadenado. La primera, España, justo al entrar en el socavón de la crisis y que culminó su presidencia con la economía bajo tutela desde aquel 9 de mayo fatídico en que se llego al borde del abismo. Luego Bélgica, que empezó sin gobierno, terminó sin gobierno y todavía está sin gobierno. Llegó en enero el turno de Hungría, con una mayoría absolutísima del partido hipernacionalista Fidesz, que no tuvo más ocurrencia que reformar la Constitución sin consenso y poner límites a la libertad de expresión.
El 1 de julio llega la presidencia de Polonia, siete años después de acceder a la UE y primer gran país entre los nuevos que toma las riendas de esta Europa difuminada. Tiene la dificultad de sus elecciones generales de noviembre. Ahora cuenta con un gobierno pragmático y la oportunidad de enmendar la pésima imagen de los hermanos Kaczynski. Su economía crece (3’8 en 2010). Y es un país profundamente europeo, con vocación europeísta al alza. Su vecino es Rusia, potencia a la que hay que prestar atención en los próximos años. Es bueno escuchar a los polacos, que han sabido reconciliarse con ellos y mezclar pragmatismo con exigencia.
La pasada semana se constituyó en Barcelona el Foro Profuturo, asociación para fomentar las relaciones entre Polonia y España, que presiden Aleksander Kwasniewski y Javier Solana, personajes clave en la integración de Polonia en la UE y en la OTAN, el primero como presidente de su país durante diez años y el segundo como secretario general de la Alianza y alto representante de la UE después. La simetría entre Polonia y España es muy intensa y llena de posibilidades de cooperación. Y por una ironía que todos los diplomáticos polacos conocen transcurre en muchos aspectos por Cataluña, la Polònia de TV3.
Mientras la Europa institucional permanece cubierta por la niebla, la Europa de las sociedades civiles sigue creciendo y construyéndose por debajo. Quizás tendrían menos dificultades si la sociedad civil europea estuviera más hecha. También es algo de lo que quiso decir Jean Monet cuando aseguró que si hubiera que empezar de nuevo lo haría por la cultura.

viernes, 1 de julio de 2011

EEUU Y AL QAEDA : "EL CIRUJANO Y EL CARNICERO"


El próximo 11 de septiembre se cumplen 10 años. Obama está cerrando la década perdida que empezó entonces. Perder una década no es moco de pavo. Luego no se recupera. Y además, cuando alguien la pierde, otros la ganan. Con las decisiones que se tomaron alrededor de aquella fecha, quienes rodeaban a George W. Bush, el presidente de las dos guerras en Asia, creían que abrían las puertas a lo que sería “el siglo americano”. Ahora hay otro presidente, Barack Obama, que intenta remendar el estropicio, con 6.000 soldados estadounidenses muertos, tres billones de dólares gastados y mediocres avances geoestratégicos en el Gran Oriente Próximo que se quería democratizar a cañonazos; pero no tiene más remedio que aceptar los límites del poder americano en el mundo y la desgana de sus compatriotas, vista la amarga experiencia, a la hora de seguir implicados en aventuras bélicas lejos de casa. Primero con la salida de Irak y ahora con la de Afganistán.
Esta última guerra empezó casi automáticamente, con todos los requisitos y apoyos, en respuesta legítima a los ataques de Al Qaeda contra Nueva York y Washington. Pero no era la guerra que a Bush y sus neocons les apetecía. Irak y Sadam Husein eran más interesantes. De manera que después de una vino la otra, sin dejar la faena terminada. Irak implicó abandonar recursos dedicados a Afganistán. Fue la guerra de Bush. Obama, que se opuso a la de Irak, tuvo que hacer suya la de Afganistán, incrementando esfuerzos y tropas, aunque con resultados de parecido calibre.
Son guerras que empiezan, no hay duda, pero no tienen desenlace claro como antaño: victoria para unos, derrota para otros. Lo único que se produce es una mutación en las características y objetivos bélicos que permite declarar el fin de las hostilidades y retirar las tropas. El balance queda para la opinión y la política. En Irak muchos verán una victoria de Irán, mientras que otros se la adjudicarán a la democracia; y otros dirán que estos 10 años han sido ganados como contribución a la seguridad de Israel. En Afganistán, el régimen corrupto de Karzai, la persistencia de los talibanes y la deriva inquietante de Pakistán no permite tampoco lanzar las campanas al vuelo; pero la liquidación de Bin Laden y la acción mortífera de los drones sobre los dirigentes terroristas sí conduce a declarar cumplida la misión.
Una vez terminadas, aunque de mala manera, los amigos y defensores de Bush pueden decir que a Estados Unidos nadie se la juega sin pagar la factura. El mismo mensaje, a escala más pequeña y precisa, también lo da Obama a propósito de Bin Laden. El primero fue el gran carnicero que dejó el mundo lleno de cadáveres y salpicado de sangre, y el segundo, el modesto cirujano que cura y sutura las heridas de estos 10 años infames. Ambos son emblemas convincentes de sus respectivas épocas.