La respuesta es siempre la misma. Llueva o haga sol. Para responder a la violencia o para enfrentarse a una iniciativa pacífica. Cuando negocia y dialoga o cuando rompe relaciones. El gobierno de Israel va a autorizar la construcción de 1.100 viviendas adicionales detrás de la línea verde, la antigua demarcación que separa al territorio reconocido internacionalmente de los territorios ocupados en 1967. Si los palestinos no querían caldo, Israel les va a dar dos tazas. Construir en territorio conquistado y seguir poblando fuera del perímetro de sus fronteras legales es lo único que saben hacer los gobiernos de Israel en cualquier circunstancia.
El nuevo anuncio es la respuesta a Mahmud Abbas por su petición de reconocimiento internacional, pero también es la respuesta a Obama, cuya administración ya ha condenado la iniciativa. Para que sepa que el apoyo incondicional recibido del presidente estadounidense no genera obligación alguna de facilitarle las cosas. Al contrario: habilita a Netanyahu a seguir torciéndole el brazo. También es una respuesta astuta a quienes desde la derecha de Netanyahu, la ultra derecha, claro, piden directamente la anexión de Cisjordania: que no se quejen, algo les han dado.
Las nuevas viviendas estarán emplazadas en Jerusalén Este, donde cualquier asentamiento recibe una doble legitimidad para el expansionismo israelí: estamos hablando de la capital eterna de los judíos. Estas viviendas traducen un patrimonio espiritual en propiedades inmobiliarias, un elemento central en la cultura judía en una pieza clave de la política israelí y un mensaje inconfundible de la diplomacia de Netanyahu: es el rechazo sin paliativos a la fórmula de los dos Estados. Dos tazas de colonización, pero un solo Estado, el israelí.
La razón, la ley o la justicia no tienen nada que ver con esto. Menos todavía los valores morales y religiosos judíos. Solo atiende este caso a una dimensión: la fuerza. Quien más tiene es quien gana. Al menos de momento. Israel tiene el ejército más poderoso de Oriente Próximo, el arma nuclear y el apoyo incondicional de Estados Unidos, la mayor superpotencia militar de la Historia. Por eso puede seguir colonizando cuando la lógica más elemental aconsejaría paralizar los asentamientos, incluso sin reconocerlo. Pero no: a Netanyahu tampoco le basta con el fuero, quiere el huevo. Lo quiere todo, el poder y la gloria. Pero debe ir con cuidado: los excesos y la falta de mesura suelen terminar mal. Quien lo quiere todo, puede terminar con nada
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