Por las piedras de Jerusalén han combatido ferozmente tres religiones, judaísmo, cristianismo e islam. Pero el viejo conflicto religioso apenas explica una sombra de la realidad. Es la capital de las tres religiones pero es también la encrucijada de donde salen tres vías hacia el futuro, tres formas de entender el mundo, la vida y la sociedad política que se entreveran en cada una de las tres religiones y desbordan la geografía jerosolimitana, la del conflicto entre israelíes y palestinos e incluso la inmediata región de Oriente Próximo.
Según el filósofo y psicoanalista israelí Carlo Strenger (International Herald Tribune, 17-18 de septiembre), conviven en Israel tres modelos de sociedad radicalmente distintos si no directamente contradictorios: el democrático liberal, el autocrático y el teocrático. El primero atraviesa una seria crisis: cita el profesor al menos tres leyes aprobadas por la Knesset que "ponen en serio peligro la identidad liberal democrática de Israel", todas ellas dirigidas a prohibir o limitar la expresión de la identidad palestina. El segundo, en ascenso, autoritario y laico, muy bien representado por Avigdor Lieberman y sus votantes de origen ruso, tiene que ver más con la democracia soberana de Putin que con la tradición fundacional israelí: considera que Occidente está en declive precisamente por sus excesos liberales e individualistas y ahora es el momento de los Estados fuertes y sin complejos. El tercero, demográficamente en auge, es el de los partidos nacional-religiosos, que esgrimen la Biblia como si fueran las actas de propiedad colectiva del pueblo judío.
En los territorios palestinos aparecen solo dos modelos, el teocrático de Hamas y el forzosamente autoritario de la Autoridad Palestina, pero son evidentes los esfuerzos hasta ahora infructuosos por construir la identidad democrática liberal. Lo mismo sirve para el entorno de Israel, sobre todo tras la primavera árabe. El modelo autoritario laico acaba de fracasar. El teocrático fracasó antes: en Irán sobre todo. Y el reto ahora es evitar el regreso a las andadas y la construcción sobre la identidad islámica de unas nuevas democracias liberales.
Sólo un modelo conduce a la paz. Por eso sólo se alcanzará si la tracción es de los demócratas liberales de un lado y otro. Cuanto menos haya, cuanto más débiles, menos posibilidades para la paz. Vale incluso para el papel en esta pugna de Europa y Estados Unidos, donde también funcionan los tres modelos, y uno de ellos, el de los cristianos fundamentalistas americanos, es el ancla que impide la partida al navío de los dos Estados. El conflicto entre israelíes y palestinos ha sido fácil excusa o coartada para otros conflictos o burda explicación para muchos males. Pero es bastante más: es la Jerusalén del siglo XXI, el ombligo ideológico del mundo. Define la identidad de unas ideas y un modelo de sociedad política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario